lunes, 7 de enero de 2013

Tähtisumu: El Guerrero Estelar.






Había pasado ya una semana desde que Tähdelento llego a mí. La semana más difícil que he tenido hasta ahora, ya que durante todo este tiempo actué de la manera más normal que pude, aunque estaba consciente de que nada era normal ahora. En mi casa ya es costumbre que nadie habite durante las tardes y parte de las mañanas, pero por si las dudas aseguraba mi cuarto cada que salía de la casa y con señas y dibujos me comunicaba con la chica estrella, indicaba mis instrucciones mediante garabatos elaborados y mostraba a la inocente chica las cosas que debía hacer y las que no, mientras ella me miraba con asombro y curiosidad, y permanecía en mi alcoba cautiva y segura de toda maldad. Durante todo este tiempo ninguna palabra ha pronunciado. No había hablado aun nada, su mirada me hacia entender que comprendía mis palabras, pero su voz simplemente no se presentaba. Su garganta se negaba a emitir sonido alguno, y ni siquiera su risa conocía aun.

Calmaba su hambre con mi desayuno por las mañanas, con panes y malteadas que tanto le encantaban. Siempre dejaba una porción de galletas a su alcance y una soda de uva en mi nevera dentro del cuarto; todo preparaba antes de partir a la preparatoria. No podía permitirme dejarla pasar hambre, la protegía demasiado como para hacerle eso. Por las tardes, cuando volvía de mi jornada de estudios, la majestuosidad de la cocina italiana se materializaba en una enorme pizza que seguidamente ordenaba, para aplacar nuestro apetito atroz. Todos los días le hablaba, le platicaba mis anécdotas en la preparatoria y las cosas que vivía fuera de la casa, pero ella nunca dijo nada. Llegue a creer que era muda o algo así; solo miradas se adentraban en mí ser. Cuando ella posaba sus ojos sobre mí, el habla sobraba y las palabras volaban. La paz del silencio reinaba en mí durante ese momento. Era hermoso, algo que no puedo explicar. Algo que jamás en la vida había sentido con otra persona, nadie más me ha hecho sentir así. E incluso en mis pasadas relaciones amorosas, ninguna chica me impacto tanto.

Mis padres no sabían de la existencia de Tähdelento, en casa yo soy el encargado de atender mi propio espacio, limpiarlo y acondicionarlo a como yo guste. Mi madre respeta mucho ese derecho y obligación mía, y por lo tanto no entra a mi habitación a menos de que sea muy necesario. Es por eso que Tähdelento permanecía muy segura ahí, ya que nadie más que yo entra en ella.

Una semana había transcurrido ya, hoy es lunes y la tarde amenazante se vestía de tela gris, una capa de viento y cataratas de gotas la cubrían; es el anuncio de una tormenta que se avecina. Estoy a punto de salir de mi jornada de clases en la preparatoria. Estoy tan ansioso de que ya todo este día en el colegio termine, de verdad ansió demasiado poder estar ya junto a Tähdelento, ella es especial.

No sé porque, pero desde mucho antes de conocerla, algo en mi estaba incompleto. Díganme charlatán o simple hablador, llámenme como ustedes quieran, pero esta necesidad de proteger algo o a alguien ha permanecido en mi. Nunca supe como descifrar eso.

Busque la compañía de chicas a las cuales pudiera brindar mi escudo y dar abrigo, otorgarles mi cariño; pero el vacio que permaneció en mi ser no se llenaba con nada. Por más atento, protector, cuidadoso o amoroso que yo fuese con ellas, esa necesidad o aquel sentimiento simplemente no era satisfecho de forma completa. Pero con ella, con Tähdelento, todo mi ser se llenaba de gozo, el sentimiento que mi alma guardaba se regocijaba en su compañía. Con ella mis miedos desaparecían y el misterio del cual su vida era protagonista me cautivaba, me embrujaba. Me envolvía en un hechizo que solo ella podía provocar. Nadie más. Con solo mirarla, me volvía un completo idiota, a su lado reía como estúpido y hablaba sin parar (algo que no era común en mí, porque siempre tenía la boca cerrara, excepto para toser y tragar mis alimentos).
Cuando le contaba lo que pasaba en mi día mi cara no podía resistirse a formar una sonrisa boba en ella, me veía como un lunático riendo así. Mi alegría sobrepasaba mis propios límites.

Con Tähdelento todo era más bello, más sublime y sobre todo, más real. Hasta el zumbido mudo de las libélulas se convertía en música a su lado, una música que solo ella y yo escuchábamos.

Pero en realidad, cuando mas idiota me veía, era cuando su inocente e infantil sonrisa asaltaba su rostro, mientras sus ojos tiernos y cálidos me miraban una y otra vez, haciéndome viajar a un universo donde solo existíamos ella y yo.

Sonó el timbre que anunciaba en fin de la jornada de clases. En ese momento mi grupo entero se convierte en una manda de bestias ansiosas, nadie respeta al profesor Phillipe, todos corren como bueyes en una emboscada. Al menos yo soy más discreto, y espero a que todas aquellas vacas locas emprendan su travesía de destrucción a la pequeña puerta del aula A-12 para después, poder salir con total tranquilidad.
El profesor Phillipe es el maestro de Astronomía, en mi opinión, el profesor más preparado y amable de todos. Diez minutos antes de que la suene la campana, nos da una explicación breve y precisa de las tareas para hacer en casa, y luego nos deja preparar nuestras cosas para salir, así cuando todos corran como bueyes espantados hacia la puerta, no lo dejen hablando solo.

Me encontraba todavía en mi pupitre, al final del salón. Estaba terminando de preparar mis cosas para poder irme a casa, con mi bella estrella, cuando Phillipe me llamo para acercarme hacia la pizarra. Él estaba borrando la tiza que había en la tabla verde, que explicaba la tarea para casa.

-   ¿Supiste del incidente que sucedió en el bosque cerca de tu casa, Jake?
Aquella pregunta me tomo por sorpresa. Esperaba que me preguntara algo sobre la clase o sobre mis trabajos o sobre mi desempeño estudiantil. Esperaba cualquier otra cosa, menos eso. Me puse nervioso, mis ojos se abrieron como dos latas de atún. No pude disimular mi impacto.
-          Vamos chaval, no es para tanto. No paso nada malo.
-          Disculpe señor Phillipe, es que no sé nada de algún incidente, yo creí que había pasado algo así como un asesinato múltiple o que quizá vieron al Zascuach cerca de mi casa.
-          Jajá. No muchacho, vuelas mucho, aunque es extraño que no sepas nada. Cayó justo a un lado de tu casa, a unos pocos kilómetros. Es sorprendente que no lo sepas, aquel fue el evento más extraordinario desde la explosión de luces que causaron las auroras boreales sobre las Montañas de Plata en 1989.

Algo dentro de mí se puso en alerta cuando lo escuche comentar todo lo que yo ya sabía, pero no me atrevía a parar la conversación porque Phillipe hubiera sabido que yo sabía algo.

-          Bueno, supongo que debí estar dormido, porque no vi nada.
-          Mmm, este bien. En realidad te comentaba porque mañana se realizara una investigación de campo con los profesores de Matemáticas, Química, Física y Astronomía del Campus. Además, vendrán los astrónomos de la Universidad de Brigdestone, pensé que quizá te pareciera interesante ir. Des pues de todo, eres mi estudiante más atento y vives ahí cerca.

Después de escuchar aquella invitación, mi cuerpo quedo congelado. Mi respiración se detuvo en un instante y por dos segundos estuve a punto de salir corriendo hacia mi estrella, pero no podía hacerlo. No podía arriesgarme a que él se enterara de algo. Continúe escuchándole hablar de cómo realizarían la búsqueda del “aerolito” (como Phillipe le decía) en el bosque, se disponían a dividir a la gente en 4 grupos, y cubrirían un diámetro de aproximadamente 60 kilómetros a la redonda.

-          Es una oferta grandiosa, pero me temo que demasiados deberes por hacer, así que no creo poder acompañarlo señor Phillipe.

Cerré la conversación, tome mi mochila de suelo y con una expresión de asombro e inseguridad me despedí de Phillipe y me dirigí a la puerta del aula A-12.

-          De cualquier manera, te estaré esperando mañana Jake. (Fin de la conversación)

Phillipe no me creyó del todo el cuento de desinterés, ya que como él me dijo, soy su alumno más participativo y el más activo en clase. Si una investigación como esa se hubiera llevado a cabo antes de conocer a Tähdelento, no la habría rechazado ni de broma.

Pero este caso era especial, diferente. En este caso, yo sabía la verdad, sabía con exactitud lo que había pasado y más que nada, yo tenía el tesoro caído del cielo. Tenía a la chica estrella, a mi fugaz diamante y no permitiría que ellos la tomasen para usarla como conejillo de indias en un hostil y desolado laboratorio. No podía.

Al llegar a la calle, el autobús escolar ya se había ido, así que tuve que tomar el transporte público, el cual no me dejaba en casa, pero si lo suficientemente cerca. En la autopista que circulaba a un kilometro de ella. El viaje hacia mi casa fue lento, el autobús iba a tan baja velocidad, que a nuestro lado paso un campesino con su caballo a galope y nos arrebozo.

Me sentí estafado en ese momento. La cantidad que cobraba el autobús público no era mucho, pero tampoco justificaba su lentitud. Tarde cerca de 30 minutos en llegar a la parte de la carretera más cercana a mi casa y otros diez caminando hacia ella.

En total: 40 minutos en llegar, cuando el transporte escolar me dejaba en 20 minutos en la puerta de mi casa.

Al entrar a mi modesta residencia, me sentí entusiasmado y ansioso, deseaba bastante ver a mi estrella. Quería ver a Tähdelento.

Corrí hacia mi alcoba y al entrar encontré a mi estrella sentada en el borde de mi cama que mostraba el inmenso lago y las Montañas de Plata. Estaba tan atenta observando la despedida del aquel día: El sol pintaba el cielo de un color cálido y la noche anunciaba su llegada con un crepúsculo violeta en el horizonte. La combinación del día y la noche en un instante, fue algo hermoso.

Tähdelento me escuchó entrar y volteo la mirada hacia mí. Cuando lo hizo, una sonrisa tierna se arqueo su rostro y sus ojos se llenaron de brillo. Yo no pude impedir mostrar lo mismo: mi cara tenso mis labios, haciéndolos curvarse tanto que en lugar de sonrisa, parecía una mueca burlona. Estaba completamente feliz de verla. Me acerque a su lado y me senté en el extremo que daba hacia mi escritorio. Contemple con ella el atardecer.

Ella cerraba los ojos, como recibiendo la noche con regocijo, mientras yo solo la miraba con los puños bajo mi barbilla y mi sonrisa de idiota. El destello del agua del lago se proyectaba por la ventaba, y cuando los rayos tocaban su cabello hermosamente negro, los destellos de este imitaban el tintineo de las estrellas. Era como ver la noche en su pelo.

Su piel blanca, irradiaba luz clara. Sus labios pálidos y hermosos la hacían parecer más blanca de lo que era y cuando abrió los ojos, aquel sol que moría tras las montañas, reflejo en ellos un brillo tan solmene que penetro mi alma y me hizo sentir unido a ella.

Nos quedamos así, sentados lado a lado mientras la tarde caía sobre nosotros en la mitad de mi alcoba. Estaba tan a gusto observándola, que ignore lo que sucedía afuera.

De repente, en todo cambio en Tähdelento. De un momento a otro, su expresión se transformo por completo. De estar feliz, recibiendo la noche, su mirada y su sonrisa se reemplazaron por ojos de miedo y una boca triste. No dejaba de ver fijamente la ventana y yo no comprendí lo que sucedía hasta que por primera vez, la escuche hablar.

-          Tähtisumu. Dijo la estrella. Y después de eso, comenzó nuestra historia.

Ella se levanto rápidamente de donde estaba, y corrió hacia una esquina oscura, lejos de la ventana de mi alcoba. Parecía asustada, el brillo de su cuerpo iluminada toda mi alcoba, no necesite luz artificial para poder ver que detrás de ella se encontraba un par de calcetines que no hallaba desde el jueves pasado. Me acerque con cautela, no quería asustarla mas de lo que estaba y cuando pude sentarme a su lado y cruzar mi brazo tras su espalda le pregunte lo que sucedía, porque estaba tan asustada y que tenían aquellas nubes grises de maléfico que no le permitían ser feliz.

No dijo nada, solo me miraba con ojos de miedo, ojos que dejaban ver su interior esperanzado en mí, como si yo fuera el único que podía protegerla.

-          ¿Qué es lo que te causa temor? ¿A qué le temes?

No esperaba que me contestara, supuse que discutir solo no tendría sentido. Me conteste a mí mismo “le teme a los rayos”, quizá era la primera vez que ella veía lluvia o que veía nubes tan negras como aquellas, pero cuando menos espere su respuesta, fue cuando ella decidió dármela.

-          Le temo a Aurinko, el vendrá. Lo sé. El vendrá y no tardara mucho en llegar, Tähtisumu esta aquí por mí y donde el este, Aurinko también estará.

No entendí muy bien lo que me dijo. En aquel momento estaba más impresionado por el simple hecho de que ella había hablado. Había hablado más de lo que espere en algún momento, y habló de forma tan clara y fluyente que me quede impactado. Pocos segundos después, mi mente comenzó a procesar lo que sus labios me habían confesado: Aurinko, en la leyenda que leí, es el antagonista o el malo que la deseaba. Tähtisumu, en la leyenda es el amor que nunca pudo tener. Y en conclusión, ella vio a su amor prohibido en esa nube, y donde este esa nube estará el villano de su historia.

-          Entonces el vendrá por ti, es esta aquí porque caíste en la tierra, ¿no es así?- le pregunté.
-          Es esta aquí porque así esta escrito. La profecía dice que cuando yo, bueno, cuando una estrella cayera del cielo, el guerrero estelar vendría a buscarla y su muerte sería la paga por su libertad.
-          ¿Su muerte? ¿Alguien morirá? ¿Quién quedara libre?
-          Si, alguien morirá en este mundo y alguien será libre, pero no sé quien será. La profecía no lo especifica, morirá a manos del Astro Rey y la Reina Celestial.
-          ¿Quién es la reina celestial, estrella?
-          Aquella por la que todo esto ha sucedido, la dama que me odia porque alguna vez ame a quien ella deseaba. La dama que en su odio cegador me desterró de la tierra a la que pertenezco y por quien tanto he sufrido. La reina plateada.
Su nombre es Kuu.

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