Espero la noche, porque en ella encuentro mi camino.
La luz de la luna alumbra mi senda,
y las estrellas en el cielo guían mi camino;
me dicen: cuida tu andar, cuida tus riendas,
pues ellos te esperan, con una copa de vino.
En las sombras de mi morada,
la luz desafiante del sol se asoma tras un muro
caliente, brillante y dorada,
amenazante y burlona.
La caricia del astro de la mañana es mi mayor temor,
no vivo, no siento, no existo;
soy una sombra entre las sombras,
una estatua de perfil exquisito.
He vivido siglos enteros
y han pasado siglos enteros desde que morí,
me he perdido en el tiempo
y he estado presente siempre.
Soy todos y nadie a la vez,
soy famoso y anónimo también;
todos me conoces y al mismo tiempo
ignoran mi existencia.
La noche es mi aliada, mi eterna amada;
ella me conoce, ella me seduce,
ella me dio la vida y con ella perdí la vida,
ella me vio nacer y con ella morí una noche.
Era diciembre y el frío congelaba mis manos,
temblaba mi boca y mi cuerpo colapsaba sobre la nieve,
era mi fin, era mi fin, solo en eso pensaba
y entonces, de las sombras de la noche
una dama, blanca como la luna,
y de cabellera negra como la noche,
apareció frente a mi:
"¿Tu vida deseas retener y tu alma deseas mantener?
Deseas la vida, ¿pero estás dispuesto a pagar el precio?
Deseas volver sentir, ¿per estás dispuesto a darme lo que aprecio?
Eres hermoso, eso no lo niego; eres precioso y algo valioso."
No recuerdo haber contestado un SI,
o tal vez repetí un NO,
eso fue hace tanto, hace mucho,
cuando la humanidad era un puñado de seres,
cuando la vida no tenía los nuevos placeres.
Pero no vengo a hablarles de encuentros medievales
o de historias ancestrales, no,
hoy vengo a hablarles de la noche,
esa intrigante y hermosa dama.
Ella me acogió, ella me salvó,
de ella soy esclavo y de ella soy amante,
de la noche encantada, de la noche estrellada,
de sus sombras violetas y sus destellos de planetas.
Cada día muero al amanecer, esa fue mi condena,
cada día revivo al atardecer, es fue mi cadena;
vivir y no existir,
soy un cuerpo deambulante y en el mundo voy errante.
Pero al llegar la noche, esa dama de negro,
su magia me domina y sus labios me encaminan
hacia mi destino infortunio,
hacia mi delirio nocturno.
"Ellos te esperan con una copa de vino,
con una túnica de lino,
con una copa de sangre,
en la sombras de una noche,
a mitad de tu camino..."
la luz desafiante del sol se asoma tras un muro
caliente, brillante y dorada,
amenazante y burlona.
La caricia del astro de la mañana es mi mayor temor,
no vivo, no siento, no existo;
soy una sombra entre las sombras,
una estatua de perfil exquisito.
He vivido siglos enteros
y han pasado siglos enteros desde que morí,
me he perdido en el tiempo
y he estado presente siempre.
Soy todos y nadie a la vez,
soy famoso y anónimo también;
todos me conoces y al mismo tiempo
ignoran mi existencia.
La noche es mi aliada, mi eterna amada;
ella me conoce, ella me seduce,
ella me dio la vida y con ella perdí la vida,
ella me vio nacer y con ella morí una noche.
Era diciembre y el frío congelaba mis manos,
temblaba mi boca y mi cuerpo colapsaba sobre la nieve,
era mi fin, era mi fin, solo en eso pensaba
y entonces, de las sombras de la noche
una dama, blanca como la luna,
y de cabellera negra como la noche,
apareció frente a mi:
"¿Tu vida deseas retener y tu alma deseas mantener?
Deseas la vida, ¿pero estás dispuesto a pagar el precio?
Deseas volver sentir, ¿per estás dispuesto a darme lo que aprecio?
Eres hermoso, eso no lo niego; eres precioso y algo valioso."
No recuerdo haber contestado un SI,
o tal vez repetí un NO,
eso fue hace tanto, hace mucho,
cuando la humanidad era un puñado de seres,
cuando la vida no tenía los nuevos placeres.
Pero no vengo a hablarles de encuentros medievales
o de historias ancestrales, no,
hoy vengo a hablarles de la noche,
esa intrigante y hermosa dama.
Ella me acogió, ella me salvó,
de ella soy esclavo y de ella soy amante,
de la noche encantada, de la noche estrellada,
de sus sombras violetas y sus destellos de planetas.
Cada día muero al amanecer, esa fue mi condena,
cada día revivo al atardecer, es fue mi cadena;
vivir y no existir,
soy un cuerpo deambulante y en el mundo voy errante.
Pero al llegar la noche, esa dama de negro,
su magia me domina y sus labios me encaminan
hacia mi destino infortunio,
hacia mi delirio nocturno.
"Ellos te esperan con una copa de vino,
con una túnica de lino,
con una copa de sangre,
en la sombras de una noche,
a mitad de tu camino..."