miércoles, 28 de mayo de 2014

Muertes y noticieros.



Era jueves y la tarde pintaba el cielo de un rojo intenso. El sol se estaba poniendo y el ocaso anunciaba las muertes de hacía dos días. De hacía una horas.

La jauría se movía silenciosa desde hacía cinco noches en la comunidad de Dillons Village. Eran ya 6 muertes hasta ahora: cuatro el martes, una el miércoles y otra hoy en la madrugada. 6 cadáveres sin ni una sola gota de sangre en sus cuerpos de hielo. Claver nos mantenía alejados de la luz del sol, aunque en realidad no lograba hacernos nada, más que irritar y desgastar de forma no instantánea, pero si acelerada, la fina capa de piel semi-viviente que nos cubría y nos daba un aspecto demasiado fúnebre.

Las noticias ya comenzaban a filtrarse entre la ciudadanía que velaba por su bienestar. 6 muertes. 6 masacres desmesuradas y sin piedad, y 6 asesinos que buscaban cada vez más saciar su sed por el elixir de la vida.

En los noticieros se escuchaban comentarios como "...redes sociales alarman a la ciudadanía de presuntas masacres en diferentes puntos de la ciudad..." o "...agentes federales y seguridad publica desprestigian las imágenes filtradas en la Internet, no son más que simples ediciones para alarmar a la gente de algo meramente falso, comenta el comandante Phillip Obrian..." o esta otra "...Noticia de última hora: se descubren seis cuerpos completamente drenados y sin una gota de sangre. Vídeos aficionados son subidos a la red y en ellos se muestran los cadáveres qué, curiosamente, tienen solo ligeras y finas pinchadas en el cuerpo, ¿es acaso esto el inicio de un fin vampiresco-apocalíptico?..."

De esos, había varios. En la radio se comentaba que era la marca de un asesino serial. En la televisión, las imágenes mostraban los cuerpos pálidos y casi secos de los que una vez fueron personas. El informa más reciente era el de la mujer rubia que Beto, un chico con rasgos latinos, había asesinado en la madrugada en un callejón en un frenesí. El era nuevo en el grupo, esta vez fue Blad el que lo convirtió.

Blad es la mano derecha  de Claver. A el le seguian Uki y Akron. Annalusa, por otro lado, nunca se paraba de Claver. Creo que hay algo entre ellos.

Yo suelo decirle tuerto a Blad cuando no esta cerca. Solo Illina sabe sobre el sobrenombre que le he puesto. No confió en nadie mas en este grupo, todos creen que soy más una carga que una ayuda. Dicen que soy muy débil para subsistir en este mundo mezquino y solo Illina es la que me apoya y dice que me escogió por una razón. Claver solo me dirige miradas de desprecio y sigue resoplando su nariz cada vez que se acerca a mi. Una vez le escuche decir a Blad que yo tenia aroma a rata de dos semanas con pus. Creo que me odia en serio.

La noche ya había caído cuando comenzamos a salir a nuestra guarida debajo del puente en las afueras de la ciudad. El río de porquería seguía despidiendo sus rayos naranja veneno cuando el sol del ocaso lo acariciaba. Aún seguía tan congelado, que se podían ver las burbujas de suciedad atrapadas en el hielo. El aroma a mierda y putrefacción ya no me molestaban tanto. A pesar de tener el olfato de cien sabuesos, ese aroma en lugar de hacerme sentir asco, me hacia sentir pesar.

Las estrellas ya dejaban verse en el cielo del crepúsculo.

Annalusa paso junto a mi al salir de la guarida. Llevaba puesto unos jeans bastante ajustados (seguramente de alguna de sus victimas) y una blusa lombriguera que dejaba ver su delgada cintura y su perfectamente tallado ombligo. Todos la veían y la ignoraban a la vez. Claver era muy celoso con lo que consideraba de su propiedad, y Annalusa era parte de esa "propiedad" invisible que lo rodeaba.

Ya estaban todos fuera del agujero en la pared que nos servia de escondite-casa-guarida. A excepción de V. He tenido varias deducciones en cuanto a su nombre y quien lo convirtió en esto que somos. Físicamente era diferente en muchos sentidos a lo que era Claver, a lo que era Uki, Akron, yo. Era diferente a lo que todos eramos.

Su mirada era la de un muerto: los ojos de un gris inhumanamente claros. Casi blancos. Su piel era incluso más blanca que la de todos nosotros. Dejaba ver las finas venas que lo recorrían cuando estaba mas hambriento. Su cabello parecía plata hecha hilos. Su voz era tan profunda y serena, pero a pesar de ello V era muy callado. Él era alto, un poco más que Claver y sus colmillos no se confundían con el contorno de su boca, que a diferencia de todo en el, eran de un color rojo tan intenso, que parecían una bella flor venenosa buscando una presa. Y era tan alejado de todos...

Uki apareció tras Akron, quienes nunca se separaban. Beto, se mantenía a la sombra de Blad, quien lo instruía cada vez que salíamos. Claver y Annalusa siempre iban al frente al salir en las noches de cacería. Illina me acompañaba cada que podía, pues le gustaba atacar con el grupo. A pesar de su benevolencia, era tan fría y malvada como los demás. Era una asesina nata. Aparecieron Pollux y Naini, Fluch y Manarenta, y Coria junto a Erendira. Catorce Eternos Malditos, y conmigo quince. Un grupo de quince demonios que chupaban sangre.

Esta noche sería nuestro ultimo golpe en esta ciudad. Claver había dicho que viajaríamos mucho y que necesitaríamos la sangre para poder hacer ese viaje. El dijo que tendríamos que buscar un lugar alejado y a la vez cercano a los humanos para consumir su sangre, y menciono de nuevo el norte como destino: Alaska.

Nos dividimos en parejas, justo como las mencione con anterioridad. Menos V, quien siempre iba solo y hacia lo que le ordenaban. Aunque al final, hacía lo que se le daba la gana. Desde que comencé a conocer cada uno de los del clan, él es quien nunca obedece lo que Claver, el líder, dice a pesar de que eso signifique el destierro o la muerte definitiva.

El destino: un concurrido centro nocturno. Claver quería dejar claro que nadie se podía escapar de su deseo de sangre, y además le gustaba ver sus actos en la televisión. Se podía ver en sus ojos café sangre con manchas rojas cada vez que transmitían las noticias. Era una mirada de satisfacción y placer.

El lugar se llamaba Luna de Plata. Se decía entre los humanos que allí iban todos los licántropos de la ciudad. Claver dudaba tal afirmación y se mofaba de ella. Loa licántropos, decía él, hacía mucho que dejaron de enfrentarse a los eternos malditos, o sea nosotros, los vampiros. Claver decía que los licántropos estaban más interesados en sus asuntos en el bosque, que en los asuntos de los humanos... aunque tal afirmación no me convencía a mi ni a nadie. De cualquier forma, esta sería la primera vez que tendría que matar. De eso dependía mi vida, prácticamente, pues si no lo hacía, Illina ya no podría ocultar mi falta a la causa y sería castigada con la misma severidad que se me daría  mi, y no pensaba permitir tal cosa. Illina era la única que se había preocupado por mi supervivencia en este nuevo y destripado mundo sangriento... a pesar de que, muy en el fondo de mi ser, sabía que por ella me habían convertido en esto.

Aviamos avanzado bastante y la noche estaba muy entrada. El nido estaba ya muy lejos. Las luces brillaban en los edificios y nuestras sombras pasaban tan desapercibidas como las horas. El tiempo era un tempano de hielo que se movía lenta y silenciosamente, y con ese tempano la muerte viajaba en las aguas heladas de lo inevitable. El club nocturno Luna de Plata se alzaba sobre una entrada con escaleras y gradas. La gran media luna de neón que adornaba la pared frontal, dejaba un rastro de luz blanca y de ultratumba en la calle. Había dos gigantes hombres de distinta raza. Uno era de una piel tan morena, que se podría perder en la oscuridad sin problema alguno y el otro era de una tes tan pálida, que si no fuera por que entre nosotros no reconocemos, diría que sin duda era un eterno maldito.

Claver se detuvo en seco en la terraza del edifico de enfrente al club. Sus ojos manchados de sangre brillaron con brazas que quemaban todo dentro de ellos y una sonrisa maliciosa dejó ver sus finos colmillos blancos como perlas.

- Preparence...

Eso fue todo lo que dijo y con una elegancia y gracia realmente artísticas, saltó del techo y calló de forma limpia y sin hacer ruido. Parecía volar. Annalusa iba tras el y los jeans que se pegaban tan cómoda y sensualmente a sus caderas, bailaban mientras ella caminaba tras su líder. El violeta en sus ojos brillaba como una aurora boreal en el cielo y su cabello esponjado y tan bella y teatralmente peinado en ondulados mechones, se contoneaba a su paso. Ambos se dirigían a la entrada, hacía los gigantes blanco y negro que tenían más músculos que un atleta griego de antaño. Annalusa uso sus dotes mas cautivadores para atrapar al tipo de piel blanca y este prácticamente se comió a Anna con la mirada. Por otro lado, Claver mantuvo su caminata firme hacia la entrada, sin mirar a uno ni a otro de los guardias que la custodiaban.

Fue el tipo negro quien se atrevió a cerrarle el paso. Que gran error por su parte. Claver sonrió de una forma tan malvada, que si no fuera por que su espíritu quebrantado demandaba toda esa maldad, el grandulon hubiera sido más sensato y no lo hubiera molestado. Claver siguió su camino, no deseaba beber la sangre de alguien tan lleno de porquería, pero aquel insensato persistió y no fue hasta que una de sus manos tocó la piel helada de Claver, que se dio cuenta de que aquel hombre de ojos color café-escarlata, no era como los demás hombres que alguna vez había visto.

Un horror genuino se dibujo en la cara de aquel guardia gigantón y el miedo escapó de el como un aroma a grasa quemada y aceite hirviendo. Claver lo tomó de la muñeca y se la quebró. Lo obligó a arrodillarse y luego de reírse de él por unos segundos, insertó sus finas navajas en la garganta de aquel gigante. Su compañero salió del trance que Annalusa estaba provocando en su cabeza y al ver el charco de sangre que se expandía escaleras abajo, gritó y entonces Anna saltó sobre su victima y le propinó una serie de heridas que lo dejaron tan agujereado como a un saco de practica de flecha y arco. No lo mató. Lo dejo tirado, al pie de las escaleras, agonizando y viendo como su vida escapaba como un hilo blanco de sus ojos azules. Aquel hombre blanco y sin cabello la miraba con horror y en un último intento de defensa, una pistola negra se materializó en su mano y un disparo penetró el brazo derecho de Annalusa. Esta gritó a sentir penetrar el metal en su carne muerta y el violeta de sus ojos se volvió tan intenso y oscuro como el vino. Annalusa saltó sobre el y a mordida le arrancó la cabeza. El cuello de aquel hombre parecía haber sido destrozado por algún tipo de maquina destripadora y su rostro, con unos ojos azules y opacos, miraban a Anna con sorpresa. Ella los destrozo hasta dejar solo un manojo de carne y viseras irreconocible. Luego lo tiro hacia un costado, despreocupada.

Claver y Annalusa estaban bañados en sangre. Sus ropas oscuras se veían mas negras ahí donde la sangre prevalecía y con una señal, nos hicieron bajar. Todos descendimos al mismo tiempo, y nuestras huellas en el lodo se quedaron impregnadas. Clever y Annalusa abrieron las puertas del club nocturno y como un golpe de ruido y luces multicolores, el interior se revelo. Todos, incluso Illina, tenían una mirada de deseo animal. Unas ganas de entrar a aquel lugar y matar todo lo que pudieran. Saciar su sed de sangre. Su sed de vida mediante el liquido mas sagrado. Y sin hacer mas preludio de lo que estaba por venir, Claver pronunció las palabras que nuestro clan esperaba con desesperado deseo.

-Es hora, amigos míos... maten todo lo que está ahí dentro.

Y como si un resorte me empujara. Los empujara a todos, saltamos al interior de aquel lugar con música electrónica y luces neón y la masacre inicio. Al principio fueron gritos ahogados por el estruendo de las bocinas y los bajos. Machas de sangre que las mentes desorientadas de aquellos humanos confundían con una especia de show imprevisto de aquel lugar. Pero conforme se fueron dando cuenta de que aquello era todo menos un show bien armado, el pánico los abrazó y el miedo se encerró en aquel lugar. El miedo ahí dentro olía a dulce y a agrio, a grasoso y a salado. Eran tantas las fragancias que el miedo destilaba. Uno por uno fueron cayendo aquellos humanos. Uno a uno, la sangre que sus cuerpos frágiles guardaba, se fue derramando y ríos carmesí mancharon los suelos y crearon un caudal de muerte.

No quedó ni un solo sobreviviente. Yo había matado por primera vez y Claver se mostraba feliz y satisfecho. Aquellos muertos pronto se volverían parte del ejercito que formaba para atacar a la raza que le había negado todo. Pronto sería el soberano y eterno en un mundo de mortales. Y todos esos deseos de superioridad brillaban en sus ojos llenos de sangre, como antorchas de esperanza y destrucción.

-Está hecho. El inicio del fin empieza aquí, mis estimados. Pronto seremos los reyes de este mundo mortal.

Sus palabras retumbaron en el salón ahora en silencio, como promesas de desolación y tempestad. Fue entonces que yo voltee y vi a Illina.

Su rostro reflejaba un horror disfrazado y sus ojos aceituna dejaron de brillar.