miércoles, 28 de mayo de 2014

Muertes y noticieros.



Era jueves y la tarde pintaba el cielo de un rojo intenso. El sol se estaba poniendo y el ocaso anunciaba las muertes de hacía dos días. De hacía una horas.

La jauría se movía silenciosa desde hacía cinco noches en la comunidad de Dillons Village. Eran ya 6 muertes hasta ahora: cuatro el martes, una el miércoles y otra hoy en la madrugada. 6 cadáveres sin ni una sola gota de sangre en sus cuerpos de hielo. Claver nos mantenía alejados de la luz del sol, aunque en realidad no lograba hacernos nada, más que irritar y desgastar de forma no instantánea, pero si acelerada, la fina capa de piel semi-viviente que nos cubría y nos daba un aspecto demasiado fúnebre.

Las noticias ya comenzaban a filtrarse entre la ciudadanía que velaba por su bienestar. 6 muertes. 6 masacres desmesuradas y sin piedad, y 6 asesinos que buscaban cada vez más saciar su sed por el elixir de la vida.

En los noticieros se escuchaban comentarios como "...redes sociales alarman a la ciudadanía de presuntas masacres en diferentes puntos de la ciudad..." o "...agentes federales y seguridad publica desprestigian las imágenes filtradas en la Internet, no son más que simples ediciones para alarmar a la gente de algo meramente falso, comenta el comandante Phillip Obrian..." o esta otra "...Noticia de última hora: se descubren seis cuerpos completamente drenados y sin una gota de sangre. Vídeos aficionados son subidos a la red y en ellos se muestran los cadáveres qué, curiosamente, tienen solo ligeras y finas pinchadas en el cuerpo, ¿es acaso esto el inicio de un fin vampiresco-apocalíptico?..."

De esos, había varios. En la radio se comentaba que era la marca de un asesino serial. En la televisión, las imágenes mostraban los cuerpos pálidos y casi secos de los que una vez fueron personas. El informa más reciente era el de la mujer rubia que Beto, un chico con rasgos latinos, había asesinado en la madrugada en un callejón en un frenesí. El era nuevo en el grupo, esta vez fue Blad el que lo convirtió.

Blad es la mano derecha  de Claver. A el le seguian Uki y Akron. Annalusa, por otro lado, nunca se paraba de Claver. Creo que hay algo entre ellos.

Yo suelo decirle tuerto a Blad cuando no esta cerca. Solo Illina sabe sobre el sobrenombre que le he puesto. No confió en nadie mas en este grupo, todos creen que soy más una carga que una ayuda. Dicen que soy muy débil para subsistir en este mundo mezquino y solo Illina es la que me apoya y dice que me escogió por una razón. Claver solo me dirige miradas de desprecio y sigue resoplando su nariz cada vez que se acerca a mi. Una vez le escuche decir a Blad que yo tenia aroma a rata de dos semanas con pus. Creo que me odia en serio.

La noche ya había caído cuando comenzamos a salir a nuestra guarida debajo del puente en las afueras de la ciudad. El río de porquería seguía despidiendo sus rayos naranja veneno cuando el sol del ocaso lo acariciaba. Aún seguía tan congelado, que se podían ver las burbujas de suciedad atrapadas en el hielo. El aroma a mierda y putrefacción ya no me molestaban tanto. A pesar de tener el olfato de cien sabuesos, ese aroma en lugar de hacerme sentir asco, me hacia sentir pesar.

Las estrellas ya dejaban verse en el cielo del crepúsculo.

Annalusa paso junto a mi al salir de la guarida. Llevaba puesto unos jeans bastante ajustados (seguramente de alguna de sus victimas) y una blusa lombriguera que dejaba ver su delgada cintura y su perfectamente tallado ombligo. Todos la veían y la ignoraban a la vez. Claver era muy celoso con lo que consideraba de su propiedad, y Annalusa era parte de esa "propiedad" invisible que lo rodeaba.

Ya estaban todos fuera del agujero en la pared que nos servia de escondite-casa-guarida. A excepción de V. He tenido varias deducciones en cuanto a su nombre y quien lo convirtió en esto que somos. Físicamente era diferente en muchos sentidos a lo que era Claver, a lo que era Uki, Akron, yo. Era diferente a lo que todos eramos.

Su mirada era la de un muerto: los ojos de un gris inhumanamente claros. Casi blancos. Su piel era incluso más blanca que la de todos nosotros. Dejaba ver las finas venas que lo recorrían cuando estaba mas hambriento. Su cabello parecía plata hecha hilos. Su voz era tan profunda y serena, pero a pesar de ello V era muy callado. Él era alto, un poco más que Claver y sus colmillos no se confundían con el contorno de su boca, que a diferencia de todo en el, eran de un color rojo tan intenso, que parecían una bella flor venenosa buscando una presa. Y era tan alejado de todos...

Uki apareció tras Akron, quienes nunca se separaban. Beto, se mantenía a la sombra de Blad, quien lo instruía cada vez que salíamos. Claver y Annalusa siempre iban al frente al salir en las noches de cacería. Illina me acompañaba cada que podía, pues le gustaba atacar con el grupo. A pesar de su benevolencia, era tan fría y malvada como los demás. Era una asesina nata. Aparecieron Pollux y Naini, Fluch y Manarenta, y Coria junto a Erendira. Catorce Eternos Malditos, y conmigo quince. Un grupo de quince demonios que chupaban sangre.

Esta noche sería nuestro ultimo golpe en esta ciudad. Claver había dicho que viajaríamos mucho y que necesitaríamos la sangre para poder hacer ese viaje. El dijo que tendríamos que buscar un lugar alejado y a la vez cercano a los humanos para consumir su sangre, y menciono de nuevo el norte como destino: Alaska.

Nos dividimos en parejas, justo como las mencione con anterioridad. Menos V, quien siempre iba solo y hacia lo que le ordenaban. Aunque al final, hacía lo que se le daba la gana. Desde que comencé a conocer cada uno de los del clan, él es quien nunca obedece lo que Claver, el líder, dice a pesar de que eso signifique el destierro o la muerte definitiva.

El destino: un concurrido centro nocturno. Claver quería dejar claro que nadie se podía escapar de su deseo de sangre, y además le gustaba ver sus actos en la televisión. Se podía ver en sus ojos café sangre con manchas rojas cada vez que transmitían las noticias. Era una mirada de satisfacción y placer.

El lugar se llamaba Luna de Plata. Se decía entre los humanos que allí iban todos los licántropos de la ciudad. Claver dudaba tal afirmación y se mofaba de ella. Loa licántropos, decía él, hacía mucho que dejaron de enfrentarse a los eternos malditos, o sea nosotros, los vampiros. Claver decía que los licántropos estaban más interesados en sus asuntos en el bosque, que en los asuntos de los humanos... aunque tal afirmación no me convencía a mi ni a nadie. De cualquier forma, esta sería la primera vez que tendría que matar. De eso dependía mi vida, prácticamente, pues si no lo hacía, Illina ya no podría ocultar mi falta a la causa y sería castigada con la misma severidad que se me daría  mi, y no pensaba permitir tal cosa. Illina era la única que se había preocupado por mi supervivencia en este nuevo y destripado mundo sangriento... a pesar de que, muy en el fondo de mi ser, sabía que por ella me habían convertido en esto.

Aviamos avanzado bastante y la noche estaba muy entrada. El nido estaba ya muy lejos. Las luces brillaban en los edificios y nuestras sombras pasaban tan desapercibidas como las horas. El tiempo era un tempano de hielo que se movía lenta y silenciosamente, y con ese tempano la muerte viajaba en las aguas heladas de lo inevitable. El club nocturno Luna de Plata se alzaba sobre una entrada con escaleras y gradas. La gran media luna de neón que adornaba la pared frontal, dejaba un rastro de luz blanca y de ultratumba en la calle. Había dos gigantes hombres de distinta raza. Uno era de una piel tan morena, que se podría perder en la oscuridad sin problema alguno y el otro era de una tes tan pálida, que si no fuera por que entre nosotros no reconocemos, diría que sin duda era un eterno maldito.

Claver se detuvo en seco en la terraza del edifico de enfrente al club. Sus ojos manchados de sangre brillaron con brazas que quemaban todo dentro de ellos y una sonrisa maliciosa dejó ver sus finos colmillos blancos como perlas.

- Preparence...

Eso fue todo lo que dijo y con una elegancia y gracia realmente artísticas, saltó del techo y calló de forma limpia y sin hacer ruido. Parecía volar. Annalusa iba tras el y los jeans que se pegaban tan cómoda y sensualmente a sus caderas, bailaban mientras ella caminaba tras su líder. El violeta en sus ojos brillaba como una aurora boreal en el cielo y su cabello esponjado y tan bella y teatralmente peinado en ondulados mechones, se contoneaba a su paso. Ambos se dirigían a la entrada, hacía los gigantes blanco y negro que tenían más músculos que un atleta griego de antaño. Annalusa uso sus dotes mas cautivadores para atrapar al tipo de piel blanca y este prácticamente se comió a Anna con la mirada. Por otro lado, Claver mantuvo su caminata firme hacia la entrada, sin mirar a uno ni a otro de los guardias que la custodiaban.

Fue el tipo negro quien se atrevió a cerrarle el paso. Que gran error por su parte. Claver sonrió de una forma tan malvada, que si no fuera por que su espíritu quebrantado demandaba toda esa maldad, el grandulon hubiera sido más sensato y no lo hubiera molestado. Claver siguió su camino, no deseaba beber la sangre de alguien tan lleno de porquería, pero aquel insensato persistió y no fue hasta que una de sus manos tocó la piel helada de Claver, que se dio cuenta de que aquel hombre de ojos color café-escarlata, no era como los demás hombres que alguna vez había visto.

Un horror genuino se dibujo en la cara de aquel guardia gigantón y el miedo escapó de el como un aroma a grasa quemada y aceite hirviendo. Claver lo tomó de la muñeca y se la quebró. Lo obligó a arrodillarse y luego de reírse de él por unos segundos, insertó sus finas navajas en la garganta de aquel gigante. Su compañero salió del trance que Annalusa estaba provocando en su cabeza y al ver el charco de sangre que se expandía escaleras abajo, gritó y entonces Anna saltó sobre su victima y le propinó una serie de heridas que lo dejaron tan agujereado como a un saco de practica de flecha y arco. No lo mató. Lo dejo tirado, al pie de las escaleras, agonizando y viendo como su vida escapaba como un hilo blanco de sus ojos azules. Aquel hombre blanco y sin cabello la miraba con horror y en un último intento de defensa, una pistola negra se materializó en su mano y un disparo penetró el brazo derecho de Annalusa. Esta gritó a sentir penetrar el metal en su carne muerta y el violeta de sus ojos se volvió tan intenso y oscuro como el vino. Annalusa saltó sobre el y a mordida le arrancó la cabeza. El cuello de aquel hombre parecía haber sido destrozado por algún tipo de maquina destripadora y su rostro, con unos ojos azules y opacos, miraban a Anna con sorpresa. Ella los destrozo hasta dejar solo un manojo de carne y viseras irreconocible. Luego lo tiro hacia un costado, despreocupada.

Claver y Annalusa estaban bañados en sangre. Sus ropas oscuras se veían mas negras ahí donde la sangre prevalecía y con una señal, nos hicieron bajar. Todos descendimos al mismo tiempo, y nuestras huellas en el lodo se quedaron impregnadas. Clever y Annalusa abrieron las puertas del club nocturno y como un golpe de ruido y luces multicolores, el interior se revelo. Todos, incluso Illina, tenían una mirada de deseo animal. Unas ganas de entrar a aquel lugar y matar todo lo que pudieran. Saciar su sed de sangre. Su sed de vida mediante el liquido mas sagrado. Y sin hacer mas preludio de lo que estaba por venir, Claver pronunció las palabras que nuestro clan esperaba con desesperado deseo.

-Es hora, amigos míos... maten todo lo que está ahí dentro.

Y como si un resorte me empujara. Los empujara a todos, saltamos al interior de aquel lugar con música electrónica y luces neón y la masacre inicio. Al principio fueron gritos ahogados por el estruendo de las bocinas y los bajos. Machas de sangre que las mentes desorientadas de aquellos humanos confundían con una especia de show imprevisto de aquel lugar. Pero conforme se fueron dando cuenta de que aquello era todo menos un show bien armado, el pánico los abrazó y el miedo se encerró en aquel lugar. El miedo ahí dentro olía a dulce y a agrio, a grasoso y a salado. Eran tantas las fragancias que el miedo destilaba. Uno por uno fueron cayendo aquellos humanos. Uno a uno, la sangre que sus cuerpos frágiles guardaba, se fue derramando y ríos carmesí mancharon los suelos y crearon un caudal de muerte.

No quedó ni un solo sobreviviente. Yo había matado por primera vez y Claver se mostraba feliz y satisfecho. Aquellos muertos pronto se volverían parte del ejercito que formaba para atacar a la raza que le había negado todo. Pronto sería el soberano y eterno en un mundo de mortales. Y todos esos deseos de superioridad brillaban en sus ojos llenos de sangre, como antorchas de esperanza y destrucción.

-Está hecho. El inicio del fin empieza aquí, mis estimados. Pronto seremos los reyes de este mundo mortal.

Sus palabras retumbaron en el salón ahora en silencio, como promesas de desolación y tempestad. Fue entonces que yo voltee y vi a Illina.

Su rostro reflejaba un horror disfrazado y sus ojos aceituna dejaron de brillar.


lunes, 16 de diciembre de 2013

Ríos de hielo.



Había pasado una semana desde mi transformación - la semana de mayor tortura de toda mi vida, hasta ahora- y la jauría de vampiros que me tomó, era tan severa como nunca nadie lo fue antes.
La chica que me transformó, Ilinna, me seguía siempre de cerca. Nunca se mantenía lejos de mi y sus ojos de un café que parecía mas bien rojo, me vigilaban atentamente todo el tiempo. Claver era el líder de la jauría y siempre nos mantenía en las orillas de las ciudades o muy adentro del bosque, como animales salvajes.

La sangre humana era un platillo de alto precio para los de nuestra clase, y conseguirla era una tarea sumamente importante y desgastante. Siempre atacábamos de noche o cuando las nubes ocultaban el Sol y nos abrazaba una sombra húmeda, como dedos de muertos. A comparación de los demás, mi sed era sumamente constante; era una tortura tenerla.

Bebía agua a montones, hasta hartarme de ella, pero aun así no saciaba mi sed. Comía lo que sea que mi cuerpo aceptará -que era todo, en realidad-, pero mi estómago no se llenaba. Dormía el tiempo que podía hacerlo, y aun así no me sentía descansado. Era como estar constantemente en un punto donde no estas vivo, pero tampoco estaba muerto. Sentía el cuerpo mas helado, y mi reflejo era el de un cadáver: pálido y fúnebre como un muerto. Siempre estaba frío.

Ese día amaneció nevando. La tierra se tapaba bajo una fina capa blanca de hielo escarchado. Lo sorprendente de todo esto, es que, a pesar de estar casi desnudo, no sentía frío. Mi piel era tan helada como el hielo mismo. Era un ser congelado: hielo y hueso.

Ilinna llego atravesando el campamento en el cual vivíamos -estaba bajo un puente olvidado, cerca de la desembocadura de los acueductos del drenaje- en la mano llevaba una bolsa de papel manchada de aceite.

- He conseguido una hamburguesa para ti.
- Gracias...
- Al menos calmará tus ansias por un rato, en lo que los demás llegan con el botín -dijo ella.
- Te lo agradezco, de verdad. Eres la única que me presta atención.

Ilinna se quedó mirando mi cuerpo casi extinto a falta de sangre. No supe como interpretar su mirada, pues en ella guardaba algo parecido al desprecio o la lastima, multiplicada por mil formas de repudiar algo como yo... bueno, tal vez esa no era la razón de su mirada. Pero si estaba seguro de que me veía de una forma distinta, algo parecido a la pena.

La hamburguesa me sabía literalmente a cartón con grasa. Era la cosa mas asquerosa que jamás probé. Pero estaba tan débil, que la devoré en cuestión de segundos. Casi me como un dedo en mi desesperación. Seguía tan frío como la nieve que se esparcía por todo el campo y que congelaba las aguas negras que formaban un río solido de porquería frente a mi.

- Las primeras semanas son las más difíciles -dijo Ilinna- pero superando eso, las cosas son mas sencillas. Incluso ser un maldito tiene sus ventajas...

-Ser un maldito tiene sus ventajas- era la afirmación mas estúpida que había escuchado de alguien. Pero a quien intento engañar, estoy maldito y tendré que lidiar con esto por la eternidad, o hasta que algún cazador de animalias como yo decida terminar con mi existencia. O hasta que el mismo destino decidiera si matar a los de mi clase sería lo mejor para este mundo -bueno, en realidad, no lo se.

Me chupaba la grasa de los dedos que bien me hacía falta -la sangre es esencial, pero algo de energía me sirve siempre, y más ahora- si bien, su satisfacción es tan efímera como un suspiro del viento en tu piel, este placer pasajero solo me avivaba las ganas de saciar la sed que me estaba volviendo loco.

Illina me explicaba que, a pesar de tener esta maldición, ella había adquirido habilidades peculiares. Una de ellas, era la sensación de sentir el peligro mucho antes de que este llegara. Podía escuchar incluso el sonido de las plumas al desprenderse de sus amos, y el chasquido suave que hacían al caer, cuando tocaban el suelo. Me contaba eso y mucho mas de sus habilidades cuando sin hacer ruido alguno y con una ráfaga de aire helado, los demás llegaron. Saltaron del puente medio abandonado que resguardaba el campamento y cayeron con una gracia envidiable sobre el rió de porquería.

Claver llevaba una gruesa y desgastada cazadora sobre los hombros. Debajo no tenía nada de ropa. La cazadora estaba abierta y se podían ver a detalle los surcos que sus músculos marcaban sobre su piel pálida. Las venas azules recorrían ciertas partes de su abdomen y lo hacían ver como si fuera una estatua de mármol finamente tallado. Era alto, su cabello de un intenso y remarcado color rojo, parecía mas bien violeta o vino, casi negro. Sus ojos, que no se despegaban de mi, guardaban a una bestia sin control. Era como ver los ojos de una animal salvaje a punto de atacar. Eran color avellana, estaban salpicados de diminutas, pero intensas gotas de sangre en el contorno del iris.

A su izquierda estaban Uki, Akron y Annaria. Y tras ellos venía caminando uno de los integrantes mas misteriosos: V. Al parecer, ni el mismo Claver conoce su verdadero nombre. Illina -la única que me dirige la palabra de todos- me dijo que él llegó el año pasado, tras asesinar a un camionero en uno de los pueblos de Alaska. Cuando ellos bagaban cerca de el circulo ártico, Claver lo encontró devorando el cadáver de un hombre gordo. La nieve estaba empapada con sangre y los lobos huían de aquella masacre, aullando y gimiendo de terror. Según Illina, rodearon a V y le dejaron sin salida. Al ser más que él, no pudo atacarlos. Claver le ofreció unirse al grupo, al principio no se veía muy ansioso de ser parte de una jauría de monstruos similares a él, pero tras persuadir varios minutos su mente y hacerle ver qué, después de haber masacrado a un hombre tan cerca de un pueblo de humanos, no tendría mas remedio que escapar, y lo podía hacer solo y sin protección o con un grupo que mantenía la discreción en sus asesinatos.

V termino aceptando, con la condición de qué Claver no lo mantendría como uno de sus súbditos. Claver aceptó, pero le explico qué, si pertenecía a este clan, tendría que ser parte de las matanzas y que los motines serían repartidos en partes relativamente iguales, dependiendo de la posición que tengas en el grupo. Su primer masacre con el grupo, fue una villa pequeña en Alaska, de la cual vivieron por un mes, pues era un pueblo casi olvidado y con difícil acceso. La noticia de la masacre fue un boom nacional y un evento mundial en los medios de comunicación. Yo recuerdo esa noticia, la disfrazaron con una epidemia de ántrax y el resto lo atribuyeron a los lobos, que aprovecharon los cadáveres. Aunque ahora, se lo que realmente sucedió.

Claver traía algo en la mano. Algo familiar, algo que perteneció al alguna cosa que conozco... y que goteaba una sustancia viscosa y pesada. Era una pierna, de alguna clase de perro.

- Toma, chico nuevo

Lanzó la pierna y esta calló frente a mi. Mi estomago sintió un vuelco y una sensación nueva y extraña comenzó a emanar de mis entrañas.

- Para que vayas recuperando fuerzas. No me sirves de mucho estando ahí tirado como un completo inútil. Además, dejé que Illina te convirtiera, solamente porque necesitaba alguien que le hiciera la compañía que necesita. Vamos, come, no seas tímido...

La voz de Claver era seca y cortante. Su mirada era serena, pero al mismo tiempo severa. Ruda y fría como un tempano. Guardaba algo en ella, algo oscuro.

Tomé la asquerosa extremidad del animal. Un charco de sangre se formó en dónde se encontraba la pierna. No quería saber de que tipo de animal había salido. Lo único que me interesaba era succionar la sangre. Acabar con la sed que me atormentaba desde hacía días.

No di cuenta de cuando mis manos y mis pies se lanzaron hacia la extremidad ensangrentada del perro y en automático depositaron esa parte de cadáver en mis labios.

El solo contacto con la sangre en mis labios tuvo un efecto devastador. No me reconocía. Devoraba la pierna como si de eso dependiera mi existencia -que en parte era cierto- y realizaba sonidos extraños con la garganta cuando la sangre pasaba por ella. Pero a pesar de todo eso, la sensación que beber sangre provocaba en mi cuerpo, era extraordinaria. Casi en seguida mi vista mejoró. Veía de manera tan nítida, podía controlar el aumento en mi visión, como tener un par de binoculares integrados. Mi piel dejó su apariencia gris y como de papel de periódico. Se convirtió en un fino y rejuvenecido lienzo blanco. Mi cabello adoptó un color distinto. Del castaño claro, pasó al pálido plateado. Mi cuerpo entero se transformo y adoptó nueva vida con el chorro de sangre que humedeció mi boca.

La carne del animal me importaba muy poco en ese momento. Quedó tan rosada y pálida, que era poco creíble que eso hubiera tenido -vida- sangre en algún momento.

Después del frenesí, regresé a la realidad. Volví a mis sentidos, a mi parte racional y me di cuenta de lo que había hecho. Había bebido sangre de un cadáver. Había profanado mi cuerpo con la vida liquida de otro ser vivo... era evidente que ya no era un ser normal. Ya no era humano.

Ahora era un Vampiro. Un hijo de la noche. Un ser de la oscuridad. Enemigo del sol y aliado de la luna.

lunes, 21 de octubre de 2013

Esperando la noche.



Espero la noche, porque en ella esta mi delirio.
Espero la noche, porque en ella encuentro mi camino.

La luz de la luna alumbra mi senda,
y las estrellas en el cielo guían mi camino;
me dicen: cuida tu andar, cuida tus riendas,
pues ellos te esperan, con una copa de vino.

En las sombras de mi morada,
la luz desafiante del sol se asoma tras un muro
caliente, brillante y dorada,
amenazante y burlona.

La caricia del astro de la mañana es mi mayor temor,
no vivo, no siento, no existo;
soy una sombra entre las sombras,
una estatua de perfil exquisito.

He vivido siglos enteros
y han pasado siglos enteros desde que morí,
me he perdido en el tiempo
y he estado presente siempre.

Soy todos y nadie a la vez,
soy famoso y anónimo también;
todos me conoces y al mismo tiempo
ignoran mi existencia.

La noche es mi aliada, mi eterna amada;
ella me conoce, ella me seduce,
ella me dio la vida y con ella perdí la vida,
ella me vio nacer y con ella morí una noche.

Era diciembre y el frío congelaba mis manos,
temblaba mi boca y mi cuerpo colapsaba sobre la nieve,
era mi fin, era mi fin, solo en eso pensaba
y entonces, de las sombras de la noche
una dama, blanca como la luna,
y de cabellera negra como la noche,
apareció frente a mi:

"¿Tu vida deseas retener y tu alma deseas mantener?
Deseas la vida, ¿pero estás dispuesto a pagar el precio?
Deseas volver sentir, ¿per estás dispuesto a darme lo que aprecio?
Eres hermoso, eso no lo niego; eres precioso y algo valioso."

No recuerdo haber contestado un SI,
o tal vez repetí un NO,
eso fue hace tanto, hace mucho,
cuando la humanidad era un puñado de seres,
cuando la vida no tenía los nuevos placeres.

Pero no vengo a hablarles de encuentros medievales
o de historias ancestrales, no,
hoy vengo a hablarles de la noche,
esa intrigante y hermosa dama.

Ella me acogió, ella me salvó,
de ella soy esclavo y de ella soy amante,
de la noche encantada, de la noche estrellada,
de sus sombras violetas y sus destellos de planetas.

Cada día muero al amanecer, esa fue mi condena,
cada día revivo al atardecer, es fue mi cadena;
vivir y no existir,
soy un cuerpo deambulante y en el mundo voy errante.

Pero al llegar la noche, esa dama de negro,
su magia me domina y sus labios me encaminan
hacia mi destino infortunio,
hacia mi delirio nocturno.

"Ellos te esperan con una copa de vino,
con una túnica de lino,
con una copa de sangre,
en la sombras de una noche,
a mitad de tu camino..."

sábado, 12 de octubre de 2013

La llegada del Ocaso.



Si vieras las estrellas y en ellas encontraras,
si estuvieras en la playa, y la arena tu contaras,
si fueses a Neptuno o saltaras a Saturno
y en ellos decidieras permanecer un instante,
solo uno
tal vez verías mil estrellas y un cometa corriendo
y al sol en la distancia,
a una luna durmiendo.

Pero, ¿por qué te digo todo esto?
Eso te has de preguntar
¿Por qué te cuento todo esto?
Eso me has de cuestionar.

Te cuento mis aventuras, 
por qué en ellas siempre estas.
Te cuento mis vivencias,
para no disolver las apariencias.

A veces recorro el universo,
y no te encuentro en él,
a veces miro las estrellas,
y tu sombra se pierde entre ellas.

Eres como un ave salvaje,
que yerra por los cielos,
que viaja sobre mares
y descansa en los suelos.

Eres un cometa,
y dejas tu luz a tu paso,
como un poeta,
que mira el ocaso
y se pierde entre sus letras;
esperando por mientras
la llegada de un lucero al amanecer...

- Jägare Stjärnor.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Soy malo en las cosas del amor.



Soy malo en las cosas del amor
soy torpe y hasta tonto cuando lo siento
me pongo nervioso
y me sudan las manos
me duele la cabeza
pues enamorarme suele ser siempre una sorpresa

No me sucede a menudo
me he enamorado
solo paso una vez en este mundo.
No fue algo condescendido
y se sintió raro
el ser ignorado.

No digo que eso me haya vuelto diferente
de hecho me siento el mismo
pero si, algo cambio
me escondí mas en mi mismo.

No es que no sienta el amor
si lo siento, pero me cuesta aceptarlo
no me considero un trozo de hielo
frío y helado
aunque a veces dudo no serlo...

No escribo esto para dar lastima
de hecho, es lo ultimo que espero.
Solo creí necesario expresarlo
pues si algo que siempre he amado
es escribir mis pensamientos.

Solo en ellos puedo vivir pleno.

lunes, 19 de agosto de 2013

Mi propio infierno.



Mi propio infierno es mi mente
ese lugar secreto, donde nadie mas entra
donde nadie mas vive
si no yo.
Yo y solamente yo. Alguien que no comprende ni su propio camino
que no sabe lo que le depara el destino.
Un naufrago en un mar de pesadillas
buscando la tierra de los sueños 
para por un momento entender todo
lo que lo hace ser él y lo que lo atormenta a la vez.
Pero, ¿a quien engañamos? Es estúpido fingir que aquí no pasa nada
Soy mi enemigo mas letal y mi aliado de mayor confianza.
Estoy solo ahí dentro.
No hay nadie.
No hay nada.
Solo yo y un universo de desastre
una galaxia en colisión
supernovas por doquier y soles que explotan como bombas radioactivas
estrellas apagandose y planetas desintegrados.
Mosntruos que no te imaginarías.
Todos ellos tienen mi rostro.
Son como yo y a la vez son tan distintos.

Mi mente es mi cárcel y mi infierno.

Mi cielo tal vez llegue, pero no estoy preparado para él.

Esta es mi realidad
y en mi mente permanece encerrada
como un ave en su jaula.

lunes, 12 de agosto de 2013

En un Sueño...



En un sueño muchas cosas pueden pasar
en un sueño el mundo entero puedes alcanzar
ser dueño del mar y amo de la noche
vivir dentro de una bote o ver en universo en un broche.

Pero este sueño es diferente
este sueño es sobre amor
y con este sentimiento tan fuerte
viene el acto de hacer el amor.

Hacer el amor es la culminación de amar
sentir en tu piel una piel nueva
poder perderte en la mirada del otro
sentirte completo, pleno.

Tocaba tu rostro de porcelana
mis manos de mármol podían rasgarla
tus brazos de seda rodeaban mi espalda
y mis ásperos labios invadían tu cuello.

Te acariciaba, te besaba. Te hacía mía
Solo mía. Nadie mas en nuestro universo.

Recorría la constelación de tus lunares en tu cuello
rodeaba la silueta de tu mundo
rodeaba tu cuerpo como a Saturno sus anillos
y acercaba cada ves mas laVía Láctea de tu cuerpo
al mío.

Cabalgábamos entre estrellas
y navegábamos galaxias.
Explorábamos planetas
nos adueñábamos del cosmos.

Y en el clímax de nuestro encuentro
conocíamos el origen del sol
y la historia del universo

Para después despertar de todo esto
pues solo fue un sueño
uno hermoso,
pues todo puede suceder en medio de loa noche
adentro de la mente

Todo puede suceder al soñar...

Todo puede suceder en un sueño.