lunes, 16 de diciembre de 2013

Ríos de hielo.



Había pasado una semana desde mi transformación - la semana de mayor tortura de toda mi vida, hasta ahora- y la jauría de vampiros que me tomó, era tan severa como nunca nadie lo fue antes.
La chica que me transformó, Ilinna, me seguía siempre de cerca. Nunca se mantenía lejos de mi y sus ojos de un café que parecía mas bien rojo, me vigilaban atentamente todo el tiempo. Claver era el líder de la jauría y siempre nos mantenía en las orillas de las ciudades o muy adentro del bosque, como animales salvajes.

La sangre humana era un platillo de alto precio para los de nuestra clase, y conseguirla era una tarea sumamente importante y desgastante. Siempre atacábamos de noche o cuando las nubes ocultaban el Sol y nos abrazaba una sombra húmeda, como dedos de muertos. A comparación de los demás, mi sed era sumamente constante; era una tortura tenerla.

Bebía agua a montones, hasta hartarme de ella, pero aun así no saciaba mi sed. Comía lo que sea que mi cuerpo aceptará -que era todo, en realidad-, pero mi estómago no se llenaba. Dormía el tiempo que podía hacerlo, y aun así no me sentía descansado. Era como estar constantemente en un punto donde no estas vivo, pero tampoco estaba muerto. Sentía el cuerpo mas helado, y mi reflejo era el de un cadáver: pálido y fúnebre como un muerto. Siempre estaba frío.

Ese día amaneció nevando. La tierra se tapaba bajo una fina capa blanca de hielo escarchado. Lo sorprendente de todo esto, es que, a pesar de estar casi desnudo, no sentía frío. Mi piel era tan helada como el hielo mismo. Era un ser congelado: hielo y hueso.

Ilinna llego atravesando el campamento en el cual vivíamos -estaba bajo un puente olvidado, cerca de la desembocadura de los acueductos del drenaje- en la mano llevaba una bolsa de papel manchada de aceite.

- He conseguido una hamburguesa para ti.
- Gracias...
- Al menos calmará tus ansias por un rato, en lo que los demás llegan con el botín -dijo ella.
- Te lo agradezco, de verdad. Eres la única que me presta atención.

Ilinna se quedó mirando mi cuerpo casi extinto a falta de sangre. No supe como interpretar su mirada, pues en ella guardaba algo parecido al desprecio o la lastima, multiplicada por mil formas de repudiar algo como yo... bueno, tal vez esa no era la razón de su mirada. Pero si estaba seguro de que me veía de una forma distinta, algo parecido a la pena.

La hamburguesa me sabía literalmente a cartón con grasa. Era la cosa mas asquerosa que jamás probé. Pero estaba tan débil, que la devoré en cuestión de segundos. Casi me como un dedo en mi desesperación. Seguía tan frío como la nieve que se esparcía por todo el campo y que congelaba las aguas negras que formaban un río solido de porquería frente a mi.

- Las primeras semanas son las más difíciles -dijo Ilinna- pero superando eso, las cosas son mas sencillas. Incluso ser un maldito tiene sus ventajas...

-Ser un maldito tiene sus ventajas- era la afirmación mas estúpida que había escuchado de alguien. Pero a quien intento engañar, estoy maldito y tendré que lidiar con esto por la eternidad, o hasta que algún cazador de animalias como yo decida terminar con mi existencia. O hasta que el mismo destino decidiera si matar a los de mi clase sería lo mejor para este mundo -bueno, en realidad, no lo se.

Me chupaba la grasa de los dedos que bien me hacía falta -la sangre es esencial, pero algo de energía me sirve siempre, y más ahora- si bien, su satisfacción es tan efímera como un suspiro del viento en tu piel, este placer pasajero solo me avivaba las ganas de saciar la sed que me estaba volviendo loco.

Illina me explicaba que, a pesar de tener esta maldición, ella había adquirido habilidades peculiares. Una de ellas, era la sensación de sentir el peligro mucho antes de que este llegara. Podía escuchar incluso el sonido de las plumas al desprenderse de sus amos, y el chasquido suave que hacían al caer, cuando tocaban el suelo. Me contaba eso y mucho mas de sus habilidades cuando sin hacer ruido alguno y con una ráfaga de aire helado, los demás llegaron. Saltaron del puente medio abandonado que resguardaba el campamento y cayeron con una gracia envidiable sobre el rió de porquería.

Claver llevaba una gruesa y desgastada cazadora sobre los hombros. Debajo no tenía nada de ropa. La cazadora estaba abierta y se podían ver a detalle los surcos que sus músculos marcaban sobre su piel pálida. Las venas azules recorrían ciertas partes de su abdomen y lo hacían ver como si fuera una estatua de mármol finamente tallado. Era alto, su cabello de un intenso y remarcado color rojo, parecía mas bien violeta o vino, casi negro. Sus ojos, que no se despegaban de mi, guardaban a una bestia sin control. Era como ver los ojos de una animal salvaje a punto de atacar. Eran color avellana, estaban salpicados de diminutas, pero intensas gotas de sangre en el contorno del iris.

A su izquierda estaban Uki, Akron y Annaria. Y tras ellos venía caminando uno de los integrantes mas misteriosos: V. Al parecer, ni el mismo Claver conoce su verdadero nombre. Illina -la única que me dirige la palabra de todos- me dijo que él llegó el año pasado, tras asesinar a un camionero en uno de los pueblos de Alaska. Cuando ellos bagaban cerca de el circulo ártico, Claver lo encontró devorando el cadáver de un hombre gordo. La nieve estaba empapada con sangre y los lobos huían de aquella masacre, aullando y gimiendo de terror. Según Illina, rodearon a V y le dejaron sin salida. Al ser más que él, no pudo atacarlos. Claver le ofreció unirse al grupo, al principio no se veía muy ansioso de ser parte de una jauría de monstruos similares a él, pero tras persuadir varios minutos su mente y hacerle ver qué, después de haber masacrado a un hombre tan cerca de un pueblo de humanos, no tendría mas remedio que escapar, y lo podía hacer solo y sin protección o con un grupo que mantenía la discreción en sus asesinatos.

V termino aceptando, con la condición de qué Claver no lo mantendría como uno de sus súbditos. Claver aceptó, pero le explico qué, si pertenecía a este clan, tendría que ser parte de las matanzas y que los motines serían repartidos en partes relativamente iguales, dependiendo de la posición que tengas en el grupo. Su primer masacre con el grupo, fue una villa pequeña en Alaska, de la cual vivieron por un mes, pues era un pueblo casi olvidado y con difícil acceso. La noticia de la masacre fue un boom nacional y un evento mundial en los medios de comunicación. Yo recuerdo esa noticia, la disfrazaron con una epidemia de ántrax y el resto lo atribuyeron a los lobos, que aprovecharon los cadáveres. Aunque ahora, se lo que realmente sucedió.

Claver traía algo en la mano. Algo familiar, algo que perteneció al alguna cosa que conozco... y que goteaba una sustancia viscosa y pesada. Era una pierna, de alguna clase de perro.

- Toma, chico nuevo

Lanzó la pierna y esta calló frente a mi. Mi estomago sintió un vuelco y una sensación nueva y extraña comenzó a emanar de mis entrañas.

- Para que vayas recuperando fuerzas. No me sirves de mucho estando ahí tirado como un completo inútil. Además, dejé que Illina te convirtiera, solamente porque necesitaba alguien que le hiciera la compañía que necesita. Vamos, come, no seas tímido...

La voz de Claver era seca y cortante. Su mirada era serena, pero al mismo tiempo severa. Ruda y fría como un tempano. Guardaba algo en ella, algo oscuro.

Tomé la asquerosa extremidad del animal. Un charco de sangre se formó en dónde se encontraba la pierna. No quería saber de que tipo de animal había salido. Lo único que me interesaba era succionar la sangre. Acabar con la sed que me atormentaba desde hacía días.

No di cuenta de cuando mis manos y mis pies se lanzaron hacia la extremidad ensangrentada del perro y en automático depositaron esa parte de cadáver en mis labios.

El solo contacto con la sangre en mis labios tuvo un efecto devastador. No me reconocía. Devoraba la pierna como si de eso dependiera mi existencia -que en parte era cierto- y realizaba sonidos extraños con la garganta cuando la sangre pasaba por ella. Pero a pesar de todo eso, la sensación que beber sangre provocaba en mi cuerpo, era extraordinaria. Casi en seguida mi vista mejoró. Veía de manera tan nítida, podía controlar el aumento en mi visión, como tener un par de binoculares integrados. Mi piel dejó su apariencia gris y como de papel de periódico. Se convirtió en un fino y rejuvenecido lienzo blanco. Mi cabello adoptó un color distinto. Del castaño claro, pasó al pálido plateado. Mi cuerpo entero se transformo y adoptó nueva vida con el chorro de sangre que humedeció mi boca.

La carne del animal me importaba muy poco en ese momento. Quedó tan rosada y pálida, que era poco creíble que eso hubiera tenido -vida- sangre en algún momento.

Después del frenesí, regresé a la realidad. Volví a mis sentidos, a mi parte racional y me di cuenta de lo que había hecho. Había bebido sangre de un cadáver. Había profanado mi cuerpo con la vida liquida de otro ser vivo... era evidente que ya no era un ser normal. Ya no era humano.

Ahora era un Vampiro. Un hijo de la noche. Un ser de la oscuridad. Enemigo del sol y aliado de la luna.

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