lunes, 16 de diciembre de 2013

Ríos de hielo.



Había pasado una semana desde mi transformación - la semana de mayor tortura de toda mi vida, hasta ahora- y la jauría de vampiros que me tomó, era tan severa como nunca nadie lo fue antes.
La chica que me transformó, Ilinna, me seguía siempre de cerca. Nunca se mantenía lejos de mi y sus ojos de un café que parecía mas bien rojo, me vigilaban atentamente todo el tiempo. Claver era el líder de la jauría y siempre nos mantenía en las orillas de las ciudades o muy adentro del bosque, como animales salvajes.

La sangre humana era un platillo de alto precio para los de nuestra clase, y conseguirla era una tarea sumamente importante y desgastante. Siempre atacábamos de noche o cuando las nubes ocultaban el Sol y nos abrazaba una sombra húmeda, como dedos de muertos. A comparación de los demás, mi sed era sumamente constante; era una tortura tenerla.

Bebía agua a montones, hasta hartarme de ella, pero aun así no saciaba mi sed. Comía lo que sea que mi cuerpo aceptará -que era todo, en realidad-, pero mi estómago no se llenaba. Dormía el tiempo que podía hacerlo, y aun así no me sentía descansado. Era como estar constantemente en un punto donde no estas vivo, pero tampoco estaba muerto. Sentía el cuerpo mas helado, y mi reflejo era el de un cadáver: pálido y fúnebre como un muerto. Siempre estaba frío.

Ese día amaneció nevando. La tierra se tapaba bajo una fina capa blanca de hielo escarchado. Lo sorprendente de todo esto, es que, a pesar de estar casi desnudo, no sentía frío. Mi piel era tan helada como el hielo mismo. Era un ser congelado: hielo y hueso.

Ilinna llego atravesando el campamento en el cual vivíamos -estaba bajo un puente olvidado, cerca de la desembocadura de los acueductos del drenaje- en la mano llevaba una bolsa de papel manchada de aceite.

- He conseguido una hamburguesa para ti.
- Gracias...
- Al menos calmará tus ansias por un rato, en lo que los demás llegan con el botín -dijo ella.
- Te lo agradezco, de verdad. Eres la única que me presta atención.

Ilinna se quedó mirando mi cuerpo casi extinto a falta de sangre. No supe como interpretar su mirada, pues en ella guardaba algo parecido al desprecio o la lastima, multiplicada por mil formas de repudiar algo como yo... bueno, tal vez esa no era la razón de su mirada. Pero si estaba seguro de que me veía de una forma distinta, algo parecido a la pena.

La hamburguesa me sabía literalmente a cartón con grasa. Era la cosa mas asquerosa que jamás probé. Pero estaba tan débil, que la devoré en cuestión de segundos. Casi me como un dedo en mi desesperación. Seguía tan frío como la nieve que se esparcía por todo el campo y que congelaba las aguas negras que formaban un río solido de porquería frente a mi.

- Las primeras semanas son las más difíciles -dijo Ilinna- pero superando eso, las cosas son mas sencillas. Incluso ser un maldito tiene sus ventajas...

-Ser un maldito tiene sus ventajas- era la afirmación mas estúpida que había escuchado de alguien. Pero a quien intento engañar, estoy maldito y tendré que lidiar con esto por la eternidad, o hasta que algún cazador de animalias como yo decida terminar con mi existencia. O hasta que el mismo destino decidiera si matar a los de mi clase sería lo mejor para este mundo -bueno, en realidad, no lo se.

Me chupaba la grasa de los dedos que bien me hacía falta -la sangre es esencial, pero algo de energía me sirve siempre, y más ahora- si bien, su satisfacción es tan efímera como un suspiro del viento en tu piel, este placer pasajero solo me avivaba las ganas de saciar la sed que me estaba volviendo loco.

Illina me explicaba que, a pesar de tener esta maldición, ella había adquirido habilidades peculiares. Una de ellas, era la sensación de sentir el peligro mucho antes de que este llegara. Podía escuchar incluso el sonido de las plumas al desprenderse de sus amos, y el chasquido suave que hacían al caer, cuando tocaban el suelo. Me contaba eso y mucho mas de sus habilidades cuando sin hacer ruido alguno y con una ráfaga de aire helado, los demás llegaron. Saltaron del puente medio abandonado que resguardaba el campamento y cayeron con una gracia envidiable sobre el rió de porquería.

Claver llevaba una gruesa y desgastada cazadora sobre los hombros. Debajo no tenía nada de ropa. La cazadora estaba abierta y se podían ver a detalle los surcos que sus músculos marcaban sobre su piel pálida. Las venas azules recorrían ciertas partes de su abdomen y lo hacían ver como si fuera una estatua de mármol finamente tallado. Era alto, su cabello de un intenso y remarcado color rojo, parecía mas bien violeta o vino, casi negro. Sus ojos, que no se despegaban de mi, guardaban a una bestia sin control. Era como ver los ojos de una animal salvaje a punto de atacar. Eran color avellana, estaban salpicados de diminutas, pero intensas gotas de sangre en el contorno del iris.

A su izquierda estaban Uki, Akron y Annaria. Y tras ellos venía caminando uno de los integrantes mas misteriosos: V. Al parecer, ni el mismo Claver conoce su verdadero nombre. Illina -la única que me dirige la palabra de todos- me dijo que él llegó el año pasado, tras asesinar a un camionero en uno de los pueblos de Alaska. Cuando ellos bagaban cerca de el circulo ártico, Claver lo encontró devorando el cadáver de un hombre gordo. La nieve estaba empapada con sangre y los lobos huían de aquella masacre, aullando y gimiendo de terror. Según Illina, rodearon a V y le dejaron sin salida. Al ser más que él, no pudo atacarlos. Claver le ofreció unirse al grupo, al principio no se veía muy ansioso de ser parte de una jauría de monstruos similares a él, pero tras persuadir varios minutos su mente y hacerle ver qué, después de haber masacrado a un hombre tan cerca de un pueblo de humanos, no tendría mas remedio que escapar, y lo podía hacer solo y sin protección o con un grupo que mantenía la discreción en sus asesinatos.

V termino aceptando, con la condición de qué Claver no lo mantendría como uno de sus súbditos. Claver aceptó, pero le explico qué, si pertenecía a este clan, tendría que ser parte de las matanzas y que los motines serían repartidos en partes relativamente iguales, dependiendo de la posición que tengas en el grupo. Su primer masacre con el grupo, fue una villa pequeña en Alaska, de la cual vivieron por un mes, pues era un pueblo casi olvidado y con difícil acceso. La noticia de la masacre fue un boom nacional y un evento mundial en los medios de comunicación. Yo recuerdo esa noticia, la disfrazaron con una epidemia de ántrax y el resto lo atribuyeron a los lobos, que aprovecharon los cadáveres. Aunque ahora, se lo que realmente sucedió.

Claver traía algo en la mano. Algo familiar, algo que perteneció al alguna cosa que conozco... y que goteaba una sustancia viscosa y pesada. Era una pierna, de alguna clase de perro.

- Toma, chico nuevo

Lanzó la pierna y esta calló frente a mi. Mi estomago sintió un vuelco y una sensación nueva y extraña comenzó a emanar de mis entrañas.

- Para que vayas recuperando fuerzas. No me sirves de mucho estando ahí tirado como un completo inútil. Además, dejé que Illina te convirtiera, solamente porque necesitaba alguien que le hiciera la compañía que necesita. Vamos, come, no seas tímido...

La voz de Claver era seca y cortante. Su mirada era serena, pero al mismo tiempo severa. Ruda y fría como un tempano. Guardaba algo en ella, algo oscuro.

Tomé la asquerosa extremidad del animal. Un charco de sangre se formó en dónde se encontraba la pierna. No quería saber de que tipo de animal había salido. Lo único que me interesaba era succionar la sangre. Acabar con la sed que me atormentaba desde hacía días.

No di cuenta de cuando mis manos y mis pies se lanzaron hacia la extremidad ensangrentada del perro y en automático depositaron esa parte de cadáver en mis labios.

El solo contacto con la sangre en mis labios tuvo un efecto devastador. No me reconocía. Devoraba la pierna como si de eso dependiera mi existencia -que en parte era cierto- y realizaba sonidos extraños con la garganta cuando la sangre pasaba por ella. Pero a pesar de todo eso, la sensación que beber sangre provocaba en mi cuerpo, era extraordinaria. Casi en seguida mi vista mejoró. Veía de manera tan nítida, podía controlar el aumento en mi visión, como tener un par de binoculares integrados. Mi piel dejó su apariencia gris y como de papel de periódico. Se convirtió en un fino y rejuvenecido lienzo blanco. Mi cabello adoptó un color distinto. Del castaño claro, pasó al pálido plateado. Mi cuerpo entero se transformo y adoptó nueva vida con el chorro de sangre que humedeció mi boca.

La carne del animal me importaba muy poco en ese momento. Quedó tan rosada y pálida, que era poco creíble que eso hubiera tenido -vida- sangre en algún momento.

Después del frenesí, regresé a la realidad. Volví a mis sentidos, a mi parte racional y me di cuenta de lo que había hecho. Había bebido sangre de un cadáver. Había profanado mi cuerpo con la vida liquida de otro ser vivo... era evidente que ya no era un ser normal. Ya no era humano.

Ahora era un Vampiro. Un hijo de la noche. Un ser de la oscuridad. Enemigo del sol y aliado de la luna.

lunes, 21 de octubre de 2013

Esperando la noche.



Espero la noche, porque en ella esta mi delirio.
Espero la noche, porque en ella encuentro mi camino.

La luz de la luna alumbra mi senda,
y las estrellas en el cielo guían mi camino;
me dicen: cuida tu andar, cuida tus riendas,
pues ellos te esperan, con una copa de vino.

En las sombras de mi morada,
la luz desafiante del sol se asoma tras un muro
caliente, brillante y dorada,
amenazante y burlona.

La caricia del astro de la mañana es mi mayor temor,
no vivo, no siento, no existo;
soy una sombra entre las sombras,
una estatua de perfil exquisito.

He vivido siglos enteros
y han pasado siglos enteros desde que morí,
me he perdido en el tiempo
y he estado presente siempre.

Soy todos y nadie a la vez,
soy famoso y anónimo también;
todos me conoces y al mismo tiempo
ignoran mi existencia.

La noche es mi aliada, mi eterna amada;
ella me conoce, ella me seduce,
ella me dio la vida y con ella perdí la vida,
ella me vio nacer y con ella morí una noche.

Era diciembre y el frío congelaba mis manos,
temblaba mi boca y mi cuerpo colapsaba sobre la nieve,
era mi fin, era mi fin, solo en eso pensaba
y entonces, de las sombras de la noche
una dama, blanca como la luna,
y de cabellera negra como la noche,
apareció frente a mi:

"¿Tu vida deseas retener y tu alma deseas mantener?
Deseas la vida, ¿pero estás dispuesto a pagar el precio?
Deseas volver sentir, ¿per estás dispuesto a darme lo que aprecio?
Eres hermoso, eso no lo niego; eres precioso y algo valioso."

No recuerdo haber contestado un SI,
o tal vez repetí un NO,
eso fue hace tanto, hace mucho,
cuando la humanidad era un puñado de seres,
cuando la vida no tenía los nuevos placeres.

Pero no vengo a hablarles de encuentros medievales
o de historias ancestrales, no,
hoy vengo a hablarles de la noche,
esa intrigante y hermosa dama.

Ella me acogió, ella me salvó,
de ella soy esclavo y de ella soy amante,
de la noche encantada, de la noche estrellada,
de sus sombras violetas y sus destellos de planetas.

Cada día muero al amanecer, esa fue mi condena,
cada día revivo al atardecer, es fue mi cadena;
vivir y no existir,
soy un cuerpo deambulante y en el mundo voy errante.

Pero al llegar la noche, esa dama de negro,
su magia me domina y sus labios me encaminan
hacia mi destino infortunio,
hacia mi delirio nocturno.

"Ellos te esperan con una copa de vino,
con una túnica de lino,
con una copa de sangre,
en la sombras de una noche,
a mitad de tu camino..."

sábado, 12 de octubre de 2013

La llegada del Ocaso.



Si vieras las estrellas y en ellas encontraras,
si estuvieras en la playa, y la arena tu contaras,
si fueses a Neptuno o saltaras a Saturno
y en ellos decidieras permanecer un instante,
solo uno
tal vez verías mil estrellas y un cometa corriendo
y al sol en la distancia,
a una luna durmiendo.

Pero, ¿por qué te digo todo esto?
Eso te has de preguntar
¿Por qué te cuento todo esto?
Eso me has de cuestionar.

Te cuento mis aventuras, 
por qué en ellas siempre estas.
Te cuento mis vivencias,
para no disolver las apariencias.

A veces recorro el universo,
y no te encuentro en él,
a veces miro las estrellas,
y tu sombra se pierde entre ellas.

Eres como un ave salvaje,
que yerra por los cielos,
que viaja sobre mares
y descansa en los suelos.

Eres un cometa,
y dejas tu luz a tu paso,
como un poeta,
que mira el ocaso
y se pierde entre sus letras;
esperando por mientras
la llegada de un lucero al amanecer...

- Jägare Stjärnor.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Soy malo en las cosas del amor.



Soy malo en las cosas del amor
soy torpe y hasta tonto cuando lo siento
me pongo nervioso
y me sudan las manos
me duele la cabeza
pues enamorarme suele ser siempre una sorpresa

No me sucede a menudo
me he enamorado
solo paso una vez en este mundo.
No fue algo condescendido
y se sintió raro
el ser ignorado.

No digo que eso me haya vuelto diferente
de hecho me siento el mismo
pero si, algo cambio
me escondí mas en mi mismo.

No es que no sienta el amor
si lo siento, pero me cuesta aceptarlo
no me considero un trozo de hielo
frío y helado
aunque a veces dudo no serlo...

No escribo esto para dar lastima
de hecho, es lo ultimo que espero.
Solo creí necesario expresarlo
pues si algo que siempre he amado
es escribir mis pensamientos.

Solo en ellos puedo vivir pleno.

lunes, 19 de agosto de 2013

Mi propio infierno.



Mi propio infierno es mi mente
ese lugar secreto, donde nadie mas entra
donde nadie mas vive
si no yo.
Yo y solamente yo. Alguien que no comprende ni su propio camino
que no sabe lo que le depara el destino.
Un naufrago en un mar de pesadillas
buscando la tierra de los sueños 
para por un momento entender todo
lo que lo hace ser él y lo que lo atormenta a la vez.
Pero, ¿a quien engañamos? Es estúpido fingir que aquí no pasa nada
Soy mi enemigo mas letal y mi aliado de mayor confianza.
Estoy solo ahí dentro.
No hay nadie.
No hay nada.
Solo yo y un universo de desastre
una galaxia en colisión
supernovas por doquier y soles que explotan como bombas radioactivas
estrellas apagandose y planetas desintegrados.
Mosntruos que no te imaginarías.
Todos ellos tienen mi rostro.
Son como yo y a la vez son tan distintos.

Mi mente es mi cárcel y mi infierno.

Mi cielo tal vez llegue, pero no estoy preparado para él.

Esta es mi realidad
y en mi mente permanece encerrada
como un ave en su jaula.

lunes, 12 de agosto de 2013

En un Sueño...



En un sueño muchas cosas pueden pasar
en un sueño el mundo entero puedes alcanzar
ser dueño del mar y amo de la noche
vivir dentro de una bote o ver en universo en un broche.

Pero este sueño es diferente
este sueño es sobre amor
y con este sentimiento tan fuerte
viene el acto de hacer el amor.

Hacer el amor es la culminación de amar
sentir en tu piel una piel nueva
poder perderte en la mirada del otro
sentirte completo, pleno.

Tocaba tu rostro de porcelana
mis manos de mármol podían rasgarla
tus brazos de seda rodeaban mi espalda
y mis ásperos labios invadían tu cuello.

Te acariciaba, te besaba. Te hacía mía
Solo mía. Nadie mas en nuestro universo.

Recorría la constelación de tus lunares en tu cuello
rodeaba la silueta de tu mundo
rodeaba tu cuerpo como a Saturno sus anillos
y acercaba cada ves mas laVía Láctea de tu cuerpo
al mío.

Cabalgábamos entre estrellas
y navegábamos galaxias.
Explorábamos planetas
nos adueñábamos del cosmos.

Y en el clímax de nuestro encuentro
conocíamos el origen del sol
y la historia del universo

Para después despertar de todo esto
pues solo fue un sueño
uno hermoso,
pues todo puede suceder en medio de loa noche
adentro de la mente

Todo puede suceder al soñar...

Todo puede suceder en un sueño.

jueves, 8 de agosto de 2013

No se si es la Luna en mi Cielo, o es la Noche en tu Mirada.



A veces en el declive del Crepúsculo, te veo aparecer delicada
tu silueta delgada y tu curva sonrisa
me saludan desde el cielo.
Eres toda belleza.

En la distancia, otros ojos miran el horizonte
buscan en él al amado capitán
que le de un sentido a su existencia
tal vez un sentido a sus vivencias.

En otro lugar, en la cima de una casa
una terraza aloja un observador.
Este, por su parte, solo quiere contemplar
a la Luna en su ciclo lunar.

De Luna Nueva a Luna Llena
de completa oscuridad
a repleta lucidez.
Sus compañeras son las estrellas.

En las orillas del mar, aquellos ojos siguen viendo al sol
dos finas lagrimas corren sus mejillas
y un llanto fino y delicado canta en su garganta.
Los recuerdos del pasado atormenta su memoria.

No sabe el porque no puede olvidar
ni siquiera sabe porque comenzó a sentir aquello que la atormenta.
Es como navegar en un mar sin fin.
Se siente perdida y sin ganas de vivir.

En la azotea, el soñador que admira a su Luna
se desintegra en su realidad.
Escapa de su vida y viaja hacia el espacio estelar.
No regresa nunca más.

La noche cae en el horizonte y la oscuridad llega con ella.
Las estrellas titilan y se ríen en el cielo.
Aquella alma que se lamenta las mira y sueña con estar a su lado.
Su sueño se vuelve realidad.

Escapa de su cuerpo y no regresa a él.
Se libera de esa cárcel terrenal.
Viaja al universo y se convierte en una joya más
del inmenso campo estelar.

La Luna acoge al joven almirante.
Lo adopta y lo vuelve su hijo.
El Hijo de la Luna:
Blanco como el mármol
bello como una perla
Eterno como un árbol
y su poder proviene de la selva.

En el cielo obscuro, la chica no llora más
su realidad es otra. Una nueva.
Ahora brilla como diamante
y se quema en la distancia.

El tiene la Luna en su cielo
y ella la Noche en su mirada.

¿Qué es un beso?



No se como definir esto, tal vez sea el menos indicado
pues en mi vida, he sido el menos besado.

Pero he aquí la incógnita a tanto alboroto
pues el beso es de todos, el mas cercano
o el mas remoto.
El mas cálido en los labios
o delicado en la mano.

Un beso te puede hacer volar
o te puede hacer caer.
Te puede hacer viajar a galaxias distantes
y a la vez olvidar el mundo entero.

Pero tengan cuidado, pues los besos son engañosos.

No digo que lo sean todos, pues muchos son generosos
incluso sinceros y reales.

Pero los hay traicioneros y pasajeros, 
como el de Judas a un Cristo
y el de una amante a su cliente.

Un beso te puede destruir. Esa es la realidad.

Con un beso puedes arrancar una vida
o puedes conseguir la desgracia.
Con un beso pudes comprar el alma
y pisotear el corazón.

Con un beso, un bello y delicioso beso
puedes volverte del amor un preso.
Y hablando del amor, esa arma de doble filo.
El cuál te envuelve en una seda delicada
y te encadena con grilletes de porcelana.

Un beso puede ser tu perdición 
y tu mas grande bendición.

Un beso puede ser tu gloria
y tu boleto al monte Moria.

Los besos son ricos, dulces y... divinos,
pero ten cuidado, mi buen amigo
pues un beso puede ser
tu peor enemigo.

Jägare Sjärnor.

50 Cosas que hacer antes de morir.



50. Patear al profesor odioso en el trasero con botas militares.
49. Romper 6 espejos nuevos.
48. Pintar un autorretrato con salsa de tomate.
47. Escribir "ME VALE UN KG DE MIERDA" en el auto del director.
46. Comer helado frente a un diabético.
45. Crear las "papas a la francesa light".
44. No bañarme por dos días.
43. Pensar en como pasar mi ultima hora de vida.
42. Hacer dibujos de ojos y panqués en un edificio policiaco.
41. Visitar a tu "ex" y eructarle en la cara.
40. Poner la ropa interior sobre la exterior.
39. Cantar canciones al revés.
38. Caminar en círculos a mitad de un juzgado.
37. Ir en camello sobre la avenida principal de la ciudad.
36. Comer caramelos hasta reventar.
35. Ir en pijama a la Universidad.
34. Crear una nueva versión del iPod (con cinco veces su tamaño normal y menos APP's).
33. Gritar "Pene" o "Vagina" frente a una iglesia.
32. Recordar los momentos graciosos de la vida.
31. Recordar los momentos tristes de la vida.
30. Recordar momentos alegres de la vida.
29. Recordar las vivencias con la persona que amas.
28. Hacer un traje Cosplay e ir vestido así a un lugar público.
27. Ir al espacio exterior con ropa interior de Superman.
26. Besar a la persona que te gusta, pero que nunca hablas.
25. Besar a la persona con menor suerte del mundo.
24. Regalar una flor a alguien especial.
23. Abrazar a quien mas quieres.
22. Escribir una frase celebre.
21. Comprar un Rolex.
20. Solicitar una T. de Crédito y consumir todo el saldo (al fin y al cabo, morirás ¿que importa?).
19. Ir al cine y ver todas las funciones del día.
18. Visitar a tus abuelos y tomar chocolate caliente con ellos.
17. Viajar a cualquier lugar con tus padres.
16. Jugar videojuegos hasta el cansancio con tus hermanos.
15. Disfrutar una tarde con tu mejor amigo/a.
14. Declarar tu amor a ese imposible de la escuela.
13. Comer todo lo que se te antoje.
12. Admirar como cae la lluvia en al ventana.
11. Visitar un refugio de mascotas y conseguirles amos.
10. Leer ese libro que te encanta una vez mas.
9. Realizar tu mas grande sueño.
8. Escribir un libro de lo que mas te apasione.
7. Pintar una obra que defina tu propio ser.
6. Contar a quien mas confianza tengas, tus mas grandes miedos.
5. Enfrentar y vencer tus temores.
4. Regalar una sonrisa a todo aquel que se curse en tu camino.
3. Cambiar el mundo con tu grandiosa personalidad.
2. Vivir tu último minuto junto a quien mas ames.
1. Vivir el ultimo segundo de tu vida, como si fuera eterno.

viernes, 5 de julio de 2013

...



¿Acaso has escuchado al viento hablarte?
¿Alguna vez estuviste dispuesto 
a dejar al sol tocarte?
¿Eres capaz de sentir el frío del agua de la montaña
y de bañarte en sus ríos de hielo?

Hubo una ocasión en cuando el mundo era así
tu eras poderoso y todo era maravilloso
los cielos te hablaban 
y la tierra contigo conversaba

Tu alma era perfecta y tu ser
idéntico al de un cometa.

Hay ocasiones en las que mi mente recuerda
una silueta de mujer a la distancia
y junto a ella una bestia gigantesca
con forma de ciervo y cornamenta majestuosa

No se definir esto, no se que signifique
tal vez sea el deliro de mi mente
o la razón que me susurra

Vuelo a la realidad.

Hay un río de cristal frente a mi
inmenso y resplandeciente
blanco como las nubes de verano
y frío, como los copos en invierno

Camino. Me muevo. 
Resbalo y me hundo.

Y el hielo me abraza 
sus brazos me aprietan el pecho.
No me dejan escapar.

El aliento me deja, se ve de mi cuerpo
el aire me falta, mi sangre se detiene
mi corazón descansa.
Y muero entonces.

La vida se acabo para mi.
La vida se fue, ya no le pertenezco.
Ahora soy parte del entorno.
Ahora soy parte del hielo.

Me he convertido en el guardián de la Luna
en el señor del invierno.

Soy un alma helada.
Un caminante de Hielo.

Los ojos en Luna Nueva.




Acaricio tu cara. Es suave
como seda de oriente
delineo tu rostro
perfecto.

Recorro tu cabello con mis dedos de marfil
y descubro en ellos el placer de tu compañía
estoy contigo, mirando el firmamento
que esta lleno de estrellas.

Tu estas a mi lado.

La luna se esconde tras un velo negro
su sonrisa plateada nos saluda desde el cielo
sus ojos penetrantes, invaden cada poro
su fragancia a flores suaves, no impregnan
nuestro aliento se encuentra tan cera
tan, tan cerca...

Tu sabor... tu exquisito sabor a gloria
a fresas, cerezas, rosas... a todo.
Y a la vez a nada.

Despierto impactado. Desesperado.
No encuentro una esquina que me de seguridad
y soy un boxeador derrotado
en la lona de mi vulnerabilidad.

¿Porqué te soñé de esta manera?
¿Porqué invades mi mente de este modo?
Vienes y te vas
regresas y vuelves a volar

Eres como la Luna
vas creciendo cada noche
y cuando creo alcanzarte, simplemente 
desapareces.

Te escondes tras tu velo de oscuridad
y mi vista de deja de admirar.
Solo puedo verte en el cielo
en las noches sin estrellas
cuando tus ojos aparecen
y te veo en Luna Nueva.

Busco en tu mirada..







Comienza el invierno y viento me habla
me cuenta secretos y susurra palabras
la noche mi amiga, me habla de ti
sus estrellas brillando, me recuerdan a ti

Mas sin embargo, busco algo en ellas
algo que desconozco, algo misterioso
otra vez el viento me dice tu nombre
Faena, dice tras una vela

Tras la llama viviente, del fuego candente
con sus matices dorados y sus colores quemados
hay algo en ellos, algo magnifico
tal vez sea mi mente que imagina sonriente
tu sonrisa manchada con el labial de cereza
tu mirada marcada, que me pone de cabeza

Recuerdo tu beso cálido; tibio y suave
tus labios pegados a los míos
tu boca prensada en la mía
tu, rebuscando en mi garganta respuestas
tu, buscando en mis ojos el origen de los planetas

No puedo decir tu nombre, porque si lo hago
puedo causarte gran daño.

No puedo decir quien soy, porque si lo hago
puedo ser insensato.

Pero una cosa si puedo decir, y la digo desde el alma:
quizá esta vez no fue nuestro momento,
tal vez la vida tenga preparado algo mas complejo
algo que no entiendo.

Olvida lo anterior, olvida lo pasado
olvida aquellas noches de verano
porque los cazadores no servimos para eso
los cazadores somos almas vagantes en el universo.

Pero puedo verte en Saturno,
o puedo verte en Urano.
Tu puedes verme en el cielo
y yo te puedo ver desde el cielo.

Busco en tu mirada, las respuesta de este poema
busco en mis memorias
las razones de este dilema...

jueves, 18 de abril de 2013

La Tierra de los Dioses: Dimensión de Espíritus.




“El llamado de Ixchel”

Comenzaba el verano en la isla de Cozumel y las golondrinas rellenaban los cielos con sus vaivenes por las mañanas. A lo lejos se escuchaba el cantar de una cigarra en medio de los manglares. Un cocodrilo se asomaba entre el agua de una lagunilla repleta de vegetación y raíces arqueadas que recordaban a acueductos o patas de arañas gigantescas. Yatziri despertaba de un sueño reparador y delicioso en su psicodélica hamaca de colores ochenteros. En realidad amaba esa pieza de tejidos delicados ya que su abuela se la había regalado cuando nació y era el único recuerdo que tenia de ella porque, años atrás, desapareció misteriosamente en una noche de luna llena y nunca se supo que fue de ella.

Estiro sus morenos brazos y sus torneadas piernas a lo largo y lo ancho de la hamaca de colores, como si quisiera abarcar todo el mundo en ellos. Esbozo un profundo bostezo y parpadeo de forma rápida y vigorosa, abanicando sus largas y cautivantes pestañas curvadas. Sus ojos color miel la hacían parecer una juguetona ardilla intentando saltar de su nido. Volvió a bostezar, ahora más hondo y también volvió a pestañar, ahora  de una forma más lenta y seductora que casi lograbas ver como el viento jugaba con sus pestañas. Yatziri dio una vuelta sobre la hamaca, luego dio dos y después de rodar sobre ella como una tortuga boca arriba, se levantó de la hamaca con un salto enérgico, tan vigoroso fue que al caer al suelo cubierto de paja, esta salió volando como finas fibras marrones y doradas, como plumas de faisán. Vivía en una choza o palapa con techo de huano y recubierta de pak’lum, un rojizo barro revuelto con paja o zacate, que retenía la frescura y el calor dentro de la casa. Ambas cosas a la vez.

La madre de Yatziri, Itzamani, la esperaba en la cocina con un delicioso desayuno casero. Yatziri amaba esos desayunos, en especial las tortillas hechas a mano, las cuales describía como: gloriosas. Se vistió con la ropa del día: una blusa, pantalones cortos y unas modestas sandalias amarillas. De una forma extraña, el amarillo le recordaba a las flores de la selva que colgaban en lianas altísimas o en el suelo negro con los petalos abiertos y el centro hueco como una boca, como esperando a que alguien fuera hacia ellas para devorarlo. Camino diez pasos fuera de su palapa y llego a otra más grande donde el humo adornaba el techo formando una nube blancuzca, casi gris, con surcos arremolinados que simulaban acolchonadas bolas de algodón negro. Demasiado mágico, creía ella.

-       Ma’alob kiin Na’.- Dijo ella, saludando a su madre.
-       Ma’alob yun-Al.- le contesto ella-. El desayuno de hoy es “huevos con tomates asados”. Prepare atole igual hija, si quieres sírvete un poco, las jícaras están en aquella caja en la esquina.

Yatziri camino hacia la esquina más cercana a la puerta, donde una caja de madera color rojo estaba pulcramente acomoda. Al abrirla se encontró con varias jícaras perfectamente acomodadas, platos de plástico y otros de madrea, algunos cubiertos en botes transparentes y por sorprendente que le pareciese, un vaso de cristal cortado que asomada parcialmente sus bordes, ya que estaba cubierto de periódico viejo. Tomó una jícara grande y camino dando saltitos hacia el fogón donde se encontraba una hoya de barro grande, cubierta con una gruesa tapa de madera de cedro que despedía su perfume como incienso en la acogedora cocina. Al abrir la hoya, una ráfaga de vapor agridulce la abordo e impregno sus fosas nasales bruscamente, pero a ella no le molesto aquello, al contrario, ese aroma agrio le fascinaba. Vertió otra jícara dentro de la olla y saco un poco el líquido blanco y viscoso, el cual se sirvió en la jícara que tenía en la otra mano, la cual estaba ya casi por rebosar de atole de maíz. Luego camino hacia la mesa que estaba en medio de la palapa, tomo un ca’anché, un banquillo enano que no tenía soporte y se sentó en el para sorber con diminutos traguitos el atole espeso y caliente.

-       Esto esta deliciosa mamá.
-       Es de la milpa de tu abuelo… la cosecha del año pasado fue buena. Mira, tiene granitos morados en el fondo-. Yatziri reviso curiosa su jícara y al no ver nada bebió un poco más rápido el atole hasta dejarlo a mitad de recipiente.
-       ¡Es verdad!

Dijo emocionada. Varios granos de un morado oscuro rodaban en el fondo de la jícara, como pequeñas Amatistas que se dejaban mecer por el líquido viscoso. Bebió más sorbos con sumo placer.

-       Aquí tienes tu comida hija.

Su madre le deposito un plato rebosante de huevos y tomates quemados, humeando de lo caliente que estaban y varias tortillas hechas a mano. <<Ka’an: El Cielo>>, pensó la niña de quince años mientras llevaba a sus carnosos labios un trozo de tortilla caliente con huevos y tomates jugosos.

Mientras el desayuno se servía, de la envolvente vegetación de la selva tropical que se desbordaba afuera, una figura tétrica comenzaba escapar de la niebla,  apareció como un espectro envuelto en humo blanco, era un hombre con un morral en la mano. Llevaba puesto un sombrero tejido de palmera en la cabeza y vestía una playera sin mangas y pantalones de manta percudidos y alpargatas. Aquel era el padre de Yatziri.

-       Hace frió ahí afuera.- dijo el hombre al entrar en la cocina-, ¿o es que acaso aquí está demasiado caliente?
-       A’ach síis, No’och. Los señores de la lluvia nos brindaron una mañana fresca, así que cúbrete, no vaya a ser que te de un mal viento y te enfermes.
-       Estoy bien, la niebla me protege. Lo sabes…

Hubo una leve pausa entre ellos y luego el hombre camino lentamente hacia la mesa donde estaba su hija. La saludo con un cálido beso en la cabeza y sonrió al verla. Yatziri no volteo a ver a su padre, estaba tan entretenida observando los granos de maíz violeta en su jícara que olvido saludarlo.

-       ¡Ma’, ma’! Leeti’ peek’ tsiik bik’ix paakat ts’uul.

Renegó el hombre cuando paso detrás de su hija. Yatziri salió de su transe repentinamente y sus mejillas canela de tornaron rojizas y oscuras a la sombra de la palapa por la vergüenza que sintió al no saludar a su padre.

-       Ssa’asa’al si’ipil, taat.- se disculpó ella-. No lo vi entrar, estaba muy entretenida viendo las joyas de mi atole.- Su padre dibujo una sonrisa cariñosa en su rostro y se sentó a lado de ella.
-       Ak’áat Jaanal, No’och?- pregunto la señora a su marido.
-       Ma’alob Xnuk.- contestó este.


La tarde comenzó a caer en la isla. El sol quemaba el cielo con su fuego incandescente, tornándolo de un cálido y abrazador color naranja intenso, como las mandarinas que salen de los árboles en noviembre. Yatziri disfrutaba de los atardeceres y siempre que le era posible, corría hacia la playa cercana a su casa a sentarse en la blanca arena y poder ver como el sol quemaba los cielos, convirtiéndolos poco a poco en carbón negro y cenizo, repleto de estrellas titilantes. Y esa tarde no fue la excepción, y tirada en la arena húmeda Yatziri se quedó viendo como el naranja poco a poco se convertía en morado, como los granos de su jícara hasta quedar negro como la oxidiana. El sonido de las olas la tranquilizaba, era como escuchar la respiración del mar, pensaba ella. Su mirada se concentraba en el horizonte infinito, mientras la gran bola de fuego le decía adiós. Tanto tiempo estuvo viendo como el sol se despedía de ella que no se percató del momento en que el mar la arrulló con sutileza y cuando menos lo espero, quedó profundamente dormida, protegida por una enorme palmera de coco y recostada sobre la fina arena de la playa.

Su mente se descontó del mundo. De todo lo que la rodeaba. Se vio en medio una oscuridad absoluta, ni un destello de luz había en donde ella estaba. Sumergió su mente en un sueño profundo, inmensamente profundo. A su vista, poco a poco se fueron materializando diminutas chispas azules, eran como pequeñas flamas que iban y venían sin un orden. De repente se vio un pico de piedra a su derecha. Desapareció. Luego otro más a su izquierda. Se esfumo. Varios de ellos sobre su cabeza, que luego explotaron en trozos diminutos que fueron esparcidos en todas direcciones, desapareciendo enseguida. Todo era confuso. Comenzó a caminar y noto algo extraño en su andar: sus pies estaban cubiertos de agua, pero no podía verla. No podía ver absolutamente nada, y en medio de la ignorancia de no saber lo que sucedía, el miedo la abrazo y la hizo su presa. Se quedó parada y con la mirada atenta a ningún lugar, y con una expresión ciega de miedo autentico.

De la nada, una mano le toco el hombro. Ella dejo escapar en automático un fuerte grito de su garganta mientras volteaba para ver que la tocaba. Cuando volteo una inmensa luz explotó frente a ella y todo el lugar se ilumino al instante. Yatziri cayó al suelo mojado, cubriendo sus ojos con una mano y amortiguando la caída con la otra. A pesar que era un sueño, todo era vívidamente real. Demasiado palpable y real.

Frente a ella se hallaba una figura que llevaba puesto un largo vestido blanco. Una dama. Brillaba como nada que ella hubiera visto antes. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, poco a poco vio como a su alrededor se formaban sobresalientes picos de roca: los de arriba filtraban gotas lentamente, como lágrimas cuando brillantes y los de abajo tenían la punta redonda y lisa, como cabezas sin cabello cubiertas de aceite. A su alrededor se formaban inmensas charcas de agua cristalina, con aquella luz podía ver a través del agua hasta llegar al fondo de donde estaba acumulada, el cual aparentaba estar a escasos centímetros de su superficie, pero en realidad era todo un efecto “lupa”. Estaba en una cueva, en un cenote. Yatziri volvió la vista a la dama de blanco, que ahora ya dejaba verse más claramente: era hermosa. Su piel no era canela como la de ella, al contrario, era de un blanco como de perla. Sus cabellos parecían finos hilos de humo: negros y largos, y le llegaban hasta por debajo de las caderas. Sus ojos eran grises como rocas de río y sus labios rojos como el coral del mar. La dama era alta, casi tanto como una palmera y delgada como un Chit.Su cuerpo no tocaba el agua, en realidad no tocaba nada porque flotaba como un ave en el aire.

-       Ma’ yaan sakjil.- dijo la dama sin separar los labios. Su voz resonaba en toda la cueva, los ecos viajaban como ráfagas de aire. Se alejaban cada vez más y se repetían como voces que poco a poco corrían hacia la nada.
-       No tengo miedo.- dijo la pequeña.
-       Téen Ixchel. Xunáam Uj.- dijo la dama. Sus ojos eran pacíficos y calmados, recordaban a las aguas tranquilas de los estanques por las mañanas.- Téech k’iinil antal jáan. Letio’ob taaj ka’ambes leeti’ beel…- le dijo la ella a Yatziri, y luego en un destello de luz azul y blanca desapareció de su vista.

Yatziri despertó de su sueño aturdida, la noche ya había caído sobre ella y en el cielo la Luna la observaba fijamente, como un ojo brillante y blanco. El mar estaba igual de calmado que antes y en el cielo las nubes corrían en cámara lenta y las estrellas brillaban titilantes y curiosas, como luciérnagas, como niñas sonrientes. Se levantó de la arena, su cabello estaba revuelto y tenía raspado el brazo izquierdo, ¿acaso el sueño fue “solo un sueño”, o fue algo más?, esa duda le dio vueltas en la cabeza durante un buen rato. Dentro de su distracción recordó su casa; había salido desde la mitad de la tarde para ver la puesta del sol y su madre debía estar ya muy preocupada por su ausencia. Se arregló el cabello para que no se le viera tan desordenado y comenzó a correr hacía su casa. La selva era oscura, y entre las hojas de los altos árboles se filtraba la luz plateada de la Luna, aun parecía que la observaba con atención.

Yatziri corrió más rápido, sentía que algo la seguía con paso acelerado, y estaba en lo correcto. Detrás de ella cuatro sombras escuálidas y deformes saltaban entre los árboles, pero no iban persiguiéndola… estas cosas negras iban en dirección contraria a ella y parecía que llevaban algo… algo muy familiar a su vista, ¿era acaso eso un sombrero tejido de…? , vio como caía el sombrero desde una gran Ceiba y a las sombras adentrarse entre las raíces de aquel inmenso árbol y después de eso un grito. El lamento invadió toda la selva, algunas aves emprendieron vuelo de sus nidos y los monos y una que otra ardilla saltaron de rama en rama, como escapando de algo. Yatziri sitio un aire helado en la espalda y sintió los vellos de su nuca erizarse como lo hace un puercoespín. El miedo la rodeo y con el temor a flor de piel, acelero el paso hasta su casa, sin mirar a tras e ignorando aquella majestuosa Ceiba.

Dio una vuelta a la izquierda, luego otra a la derecha y por último pasó entre dos enormes hojas de Chit para así poder ver a lo lejos las tres palapas que conformaban su casa. Pero lo que vio la dejó atónita, estupefacta; como a un animal al ser atrapado, acorralado por su depredador, sin salida y con la sentencia marcada en la frente: muerte. Las palapas estaban todas destrozadas, la que correspondía a la cocina estaba en llamas, la de su cuarto tenía el techo completamente destruido y despojado de todo rastro de madera y hoja de Huano. Parecía como si algo muy pesado le hubiera caído encima y su cuerpo al querer salir de la choza, rompió todo lo que le hacía estorbo para liberarse. La de sus padres estaba aún peor: las paredes estaban retiradas, el techo se distribuía entre las ramas de los árboles y el suelo de tierra negra. Podía ver las hamacas de los dos y algo de ropa que pertenecía asu madre aplastaday pisoteada por gigantescas huellas en el suelo enlodado y el morral de su padre a mitad de aquel campo de caos y destrucción. Los animales de la familia estaban distribuidos por doquier, algunos muertos y otros pocos, muy pocos, vivos. Los que estaban muertos estaban mutilados: una ala de gallina colgaba de una ramita empapada en sangre, la cabeza de un puerco la miraba con la lengua afuera, la mitad trasera de uno de los que fueron sus perros estaba trabada entre las ramas gruesas de un árbol de chico-zapote y la otra mitad que tenía la cabeza mordisqueada, pendía al aire libre entre las hojas de un árbol de plátanos, que más qué hojas tenía irregulares ramas llenas de sangre y viseras desparramadas por todo el árbol. La tierra que estaba bajo sus pies tenía un color más marrón en ciertas zonas, Yatziri comprendió que eso era más sangre, y cuando el efecto shock se le pasó, su mente la alerto de lo peor que pudo haber pasado: sus padres podían estar muertos igual.

Corrió hasta las palapas: primero fue a la de la cocina, que humeaba y despedía saltones trozos de carbón ardiendo. Nada ahí. Después fue a la que era el cuarto de sus padres, pero solo encontró vasijas y ropa destrozadas. Tampoco estaban ahí. Por ultimo camino hasta la suya, todavía tenía esperanza, pero al asomarse solo vio un agujero enorme que penetraba la tierra varios metros. Sus padres tampoco estaban ahí; y al no ver ni rastro de ellos sus fuerzas comenzaron a decaer y el sutil beso de la desesperación la toco y el miedo la alojo en su seno con la intención de no dejarla ir, nunca dejarla ir. Se desvaneció a un lado de lo que solía ser la entrada a su palapa. Cayó de rodillas y las lágrimas comenzaron a brotar como rocío caliente y salado de sus ojos, quemándole las mejillas y arrastrándola a la oscuridad.

Sintió tanto dolor; su corazón se volvió un agujero negro que le apretaba el pecho como si mil rocas la contrajeran contra un muro invisible. Acostada en la tierra mojada, se enrollo como lo hacen las cochinillas cuando las atacan, para protegerse del exterior. Recordaba aquella mañana tan vívidamente y su mente le decía que era imposible que algo así estuviera pasando. Era ilógico, ¿Quién atacaría a una familia maya que vive alejado de toda modernidad? Sus padres decían que el hombre blanco trajo a la isla muchos males y uno de ellos era la destrucción con la que trataba todo a su paso. Yatziri amaba la naturaleza, tanto que una ocasión se interpuso entre un hombre que maltrataba con golpes y patadas a un gato desnutrido, golpeando al opresor en la entrepierna y el abdomen, y tomando luego a la criatura para sanarla en casa. Se aferró a ese recuerdo, mientras sus mejillas aun supuraban gotas de ardiente sal. Intento olvidarse de todo y cuando creyó que por fin iba a dejarse llevar por su mente, una voz ronca y extraña le hablo con un tono de extrañes y de preocupación en las palabras.

-       ¿Te encuentras bien, niñita?

Yatziri alzó la mirada para ver quién era el poseedor de aquella voz tan asentada y con los ojos hinchado le volteó a ver: era un chico moreno y alto, de cabello sedoso y negro como la noche. A la luz del fuego precario de la cocina se le veía marcado y musculoso. No tenía puesta una playera ni caminas y del abdomen hacia abajo lo cubría una tela gruesa y marrón formando pantalones. En sus brazos resaltaban dibujos extraños y antiguos, como jeroglíficos o algo así, pero no estaban pintados. Estos dibujos brotaban de su piel misma. Su perfil era fino y varonil al mismo tiempo y sus cejas abundantes como el césped en primavera.

-       Ma’alob.- contesto ella mientras se secaba las lágrimas de los ojos.

De repente una alerta se activó en la cabeza de Yatziri. No sabía quién era este extraño y sus padres habían desaparecido. Se levantó deprisa, tomo un trozo de madera rota cercano a ella y amenazo al joven en ella.
-       ¿Quién eres? ¿Por quéestás aquí? ¿Dónde están mis padres?- las palabras salían en automático de su boca. Sus manos temblaban sobre el trozo de madera, listos para golpear al muchacho ante la másmínima amenaza.

-       ¡Jets’ leen, jets’ leen! No voy a hacerte daño.- el joven moreno dibujo una divertida sonrisa en su rostro. Sus ojos brillaban con el resplandor del fuego.- Vine a ayudarte. Me envió la señora de la Luna, Ixchel. Me llamo Yunuen. Soy un guardián del agua.

Yatziri lo miro con recelo. No lo conocía y por lo tanto no tenía por qué confiar en él, sin embargo fue atenta a sus palabras y a su invitación. Recordó el sueño que tuvo, por alguna razón tenía que creerle a ese chico de brazos fuertes y melena de cuervo. Yunuen le contó lo sucedido: cuatro demonios que sirven a un señor de Xibalbá había venido y tomaron a sus padres por la fuerza… ni él ni ella se explicaban porque, pero al ser él un súbdito de Ixchel, sus órdenes eran ayudar a la chica.

Yunuen extendió una mano hacia las plantas selváticas, la cual tenía grabada en la palma un símbolo extraño que parecía pintarse entre sus venas, ya que se veía la sangre recorrerla con gran fuerza. Al hacer tal acto, tanto árboles como hojas y tierra se abrieron de par en par, y un camino blanco y brillante como la luna misma apareció ante ellos, era un Sak Beel. Yunuen extendió la mano hacia Yatziri, que la miraba asombrada y desconfiada a la vez.

-       Si quieres puedes quedarte, pero aunque lo hagas las cosas no mejoraran, tal vez lo que se llevó a tus padres venga por ti. Tu vida acaba de cambiar Yatziri, tu destino y todo lo que alguna vez creíste real se ha transformado… bienvenida a mi mundo. Bienvenida a la tierra de los dioses.

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Traducción de frases:

*Ma’alob kiin Na’: buenos días mamá.
*Ma’alob yun-Al: buenos días hija mía.
*Yatziri: rocío de amanecer o doncella de la luna.
*Itzamani: esposa del brujo del agua.
*Ka’an: El Cielo.
*Noóch: Esposo.
*Meen síis, íicham: hace frió, esposo.
*¡Ma’, ma’! Leeti’ peek’ tsiik bik’ix paakat ts’uul: ¡No, no! Hasta el perro saluda a su amo.
*Ssa’asa’al si’ipil, taat: perdóname, padre.
*Ak’áat Jaanal, No’och?: ¿quieres comer, esposo?
*Ma’alob Xnuk: si quiero, esposa.
*Ma’ yaan sakjil: no tengas miedo.
*Téen Ixchel. Xunáam Uj: soy Ixchel, señora de la Luna.
*Téech k’iinil antal jáan. Letio’ob taaj ka’ambes leeti’ beel…: tu tiempo se aproxima. Ellos vendrán a mostrarte el camino.
*Ma’alob: Estoy bien  o solo bien.
*¡Jets’ leen, jets’ leen!: ¡tranquila, tranquila! 

domingo, 7 de abril de 2013

Lagrimas de Cristal.



Hubo una época en la que mi humana naturaleza
lo era todo, y para mi eso era perfecto.
Ser solo un ser más dentro de un mundo lleno de gente
lleno de nada y de todo a la vez
lleno de mentira y verdad, y de cosas que hasta entonces
creía solo sueño de gente muy loca.
Estaba tan pero tan equivocado... no sabía
lo que vendría sobre mi.

Llegaron una mañana de invierno, bajo el delicado velo de copos
blancos y helados, tan fríos y puros como su piel
como su sangre, y como sus cuerpos
sin alma.

Yo estaba dormido, el día no prometía mejorar y como era costumbre
esos días la oficina escolar y las clases se cancelarían hasta 
pasada la tormenta, así que no repare en levantarme.
Seguí en mi cama, relajada e indefenso como un oso hibernando
como un ciervo en su madriguera, como los conejos
en sus hoyos en la tierra, acurrucado con las gruesas sabanas
de algodón y las almohadas de tela de lino y relleno
de plumas de que mi madre trajo como regalo de la pasada navidad
a casa, desde Suecia. En mi vida, el mundo no era mas que lo que
me rodeaba:
Libros en mi buró, un escritorio de metal y plástico blanco
pinturas de galaxias en el techo y estrellas fluorescentes adornándolas
aún brillando, gracias a la poca luz que dejaba llegar la tormenta; una taza
con cerigrafía de The Beatles, una bolsa escolar y mis zapatos cafés,
un clóset de roble tallado que perteneció a mi abuelo y varias chaquetas negras y cafés
colgadas en la puerta de entrada. Mis lentes cuadrados con armazón negro y mi computadora
portátil blanca, marca Apple.

Pero todo eso cambiaría de manera repentina y para siempre. 
Llegaron por la ventana de techo-tierra de la parte trasera. 
Azotaron sus helados cuerpos contra aquel grueso cristal 
y lo volvieron añicos con el contacto. Solo escuche como un
lejano eco el tintineo de los vidrios al chocar contra el piso.
Y después de eso, los gritos. Agudos como los de una
arpía, como los de una quimera.
Me levante, de un solo salto y mis esfuerzos por intentar razonar un poco
lo que sucedía, no sirvieron de nada, absolutamente, de nada
ya que para cuando intente averiguar lo que pasaba, ellos ya estaban
a la puerta de mi alcoba. 

Primero entro uno, era algo y tan blanco como el papel. 
A juzgar por su cabello, venían del bosque cercano, ya que
tenían hojarasca entre los cabellos y tierra en las ropas
y aún con toda esa suciedad encima, se veían tan perfectamente
bien, eran como modelos de revistas salvajes. Luego entro
uno más, de tez negra y ambos me miraron como si desearan devorarme
pero no lo hicieron, solo rieron.
Yo intente esbozar un grito, algo para pedir ayuda. Estaba en ropa interior,
casi desnudo y recién levantado, y cuando me fije en sus bocas,
en esos labios malditos, mis esperanzas comenzaron a caer en picada
algo me dijo que era el único vivo, aparte de ellos, en esa casa:

- ¿Quienes son? ¿Que buscan aquí? ¿Que habéis hecho con mis padres?-Solo dibujaron 
una cruel y burlona sonrisa en sus pálidas caras.
- Serás perfecto para Ilinna.

Y después de decir eso, una chica que parecía de 16 años, la misma edad que la mía
apareció detrás de ellos. Su cara reflejaba histeria, ansiedad
y una combinación de miedo y furor. Luego de eso, me di cuenta de que
aquellos dos en sus bocas: era sangre. SANGRE.
Débilmente, escuche los gemidos de mis padres en el cuarto vecino
los de mi hermana al fondo del pasillo, y supe que no estaban solos.
Supe que no eran los únicos, y que yo era el ultimo vivo.

- ¿Que son ustedes?
- Lo sabrás dentro de poco, por ahora te dejamos con Ilinna,
se bueno con ella, solo quiere algo de ti.

Luego se fueron, cerraron la puerta con fuerza y la chica alzo la mirada hacia mi:
sus ojos parecían como los de un animal hambriento, y yo
era la presa. Su alimento.
Tomé un bate que estaba a un lado del buró, y casi en automático
aquella chica se lanzó sobre mi frágil cuerpo, 
me tiro de un solo golpe al piso y me miro con ojos de deseo,
pero no de un deseo de amor ni nada de eso, ni siquiera un
deseo de lujuria, era un deseo de hambre, como cuando
ves comida caliente y tu mente solo dice: debes comer.

Me defendí, la golpee con el bate, y este con el impacto se partió.
Era algo irreal, algo que no podía suceder. La chica, Ilinna, dejo escapar un
sonido animal, como un gruñido infernal, un susurro salvaje.
Aferro sus manos a mis brazos, sus piernas a mi cuerpo y clavo sus
filosos dientes en mi cuello una y otra y otra y otra vez.

Era un dolor agudo, como veneno en tu sangre, como
hielo que fuese inyectado en tu cálido cuerpo.
Solo sentía emanar de mi la vida, la muerte, pensé,
sería mi nueva mejor amiga. Pero no, no sería así, ya que aquella chica
no termino lo que inicio, y cuando comencé a retorcerme como
un gusano al ser pinchado, como una babosa cuando le dejas caer sal,
ella se retiro, me miro y supe que no volvería a ser normal.

Esos seres fríos, sin vida y sin alma. Malditas criaturas de la nieve,
de la oscuridad, los hijos de la noche y de la sangre eran lo que
pensé al verlos entrar a mi recámara.

Aquellos seres eran vampiros, y en el momento en que Ilinna me
dejo vivir, me convertí en un de ellos.