domingo, 7 de octubre de 2012

Metamorfosis



Fue una tarde la que dominaba los cielos cuando mi último aliento se desprendió de mi cuerpo y dejó libre alma.

Me encontraba acostado en una camilla blanca con sabanas azules en el hospital St. Giörgiomeno, de la pequeña ciudad de Güliard. Mi vida estaba por despedirse de este mundo atroz, mi alma se cohibía ante la idea de tener que desprenderse de mi cuerpo y mi ser perdió la razón ante la idea de que solo me quedaban unas pocas horas de vida. Estaba en el lecho de mi agonía, deambulando el pensamiento en la desconocida nada. Mis horas estaban contadas y mi tiempo en este lugar era relativo, no serbia para mas qué, para ser un espécimen en observación, un experimento, un conejillo al cual estudiaban detalladamente.

Hacía seis meses que luchaba contra este mal que ataco mi cuerpo, hacia solo unos cuantos meses que comencé reconocer que no soy en realidad nada, más que un simple peón en medio de una batalla más grande que yo. Mi vida ya no existía, era yo ahora los residuos de un anterior hombre prodigioso y muy dichoso. Ahora, en mi mas que triste estado, me encontraba solo y sin abrigo. Sintiendo el frio de la soledad, permaneciendo abandonado en medio de un universo desconocido. Mi sufrimiento había desaparecido, ya solo esperaba la hora de mi muerte. La comunidad médica había perdido toda esperanza en mi recuperación, se habían agotado las opciones para mí y, este mal que me cubría, era más que extraño para todos en este lugar. Me observaban con ojos depredadores, como si esperan a que mi última exhalación sucediera, para desmembrar cada parte de mi cuerpo y abrir mis entrañas en busca de la razón de mi maldición. Me encontraba solo, sin familiar alguno y sin amigos que me visitaran.

Soy yo el último descendiente de mi dinastía, la más adinerada conocida desde siempre. Mi familia fue tan rica desde sus inicios, nuestra fortuna era tal que los mismos reyes sentían envidia de nuestra dicha y los nobles mas hipócritas frecuentaban buscar nuestra interesada amistad, solo para satisfacer sus propios deseos. Pero ahora en mi desgracia, había yo agotado todo mi dinero en curar mi mal. Comencé a gastar cada uno de mis lingotes en investigaciones, en medicinas que prometían poder curar mi enfermedad, en tratamiento que según los médicos, retardarían el proceso del demonio que sucumbía dentro de mí. Gaste todo, me quede sin nada. Vendí mis muy codiciadas mansiones a ricachones ególatras en los precios mas míseros, agote cada moneda de mis arcas y me quede en la calle. Mi desgracia era tal, que hasta los vagabundos de las calles se burlaban de mi infortuna situación.

Imagíname en aquella cama blanca recostado, con la piel más que seca, aquella piel que fue bella y bronceada en mis épocas de gloria, cuando a rienda suelta me deleitaba en placeres; me embriagaba y dejaba gobernar por el vino, disfrutaba a cuantas mujeres deseaba y gozaba del sexo promiscuo cual bestia en celo. Pero ahora, en mi lecho de muerte, imagíname con aquella belleza extinta. Mi piel bronceada ahora parecía papel purificado, blanco como el mármol; tan pálido que tenía aspecto de fantasma y me confundía con la cama, mis músculos ya no existían y la carne que los envolvía se había acabado. Mis huesos, ¡oh dios! aquel esqueleto que soportaba las caídas y el pesor de mis hombros, ahora débiles y frágiles cual cristal, se adherían a mi piel de papel, mis ojos negros como la noche, envueltos ahora por las órbitas de mi huesudo cráneo, eran más bien solo dos canicas que adornaban mi aspecto cadavérico. Mis venas de sangre azul, ahora cafés y rígidas como madera, más bien parecían raíces que me envolvían en una maldicen absoluta. El cabello negro, largo y abundante que alguna vez cubrió mi cabeza, se había caído por completo, dejándome sin el más mínimo rastro de él. Mi rostro, el rostro que alguna vez fue considerado el más hermoso, había perdido todo su esplendor y la hermosura que alguna vez tuvo, se escapo junto con todo aquello que alguna vez me perteneció. Mis labios, resecos como el desierto de Shïpudert, arqueaban una expresión vacía en mi rostro. Mi aliento emanaba una peste a muerte y destilaba un color rojo escarlata, un color que te recuerda a la sangre cuajada. Horrible desde cualquier ángulo.


En conclusión, imagíname como un esqueleto en vida, una parca que con la mirada perdida.

Toda la academia y la comunidad científica, médicos e investigadores de todas las ramas me observaban. Me miraban con sus ojos de Cuervos en espera de mi descenso al Hades, penetraban mi cuerpo y sucumbía mi alma. Rasgaban la poca vida que quedaba en mí. Sus voces eran un misterio a mis oídos, me miraban a través de un muy grueso cristal, bocas moviéndose y bolígrafos surcando papeles, libretas y libros de todas las clases. Cámaras que me aturdían con sus luminosos flashes, computadoras que se abrían y cerraban una y otra vez. Gente saliendo y entrando de aquella sala, miradas de horror y de interés se reflejaban en sus rostros, una que otra lagrima se desprendía de sus ojos y lo más curioso de todo, cada uno de ellos se persignaba o reflejaba darme una oración desde atrás de aquel cristal tan claro, tan rígido y tan divisor.

Eran las 17:45 horas. Mi última intervención fue ayer a las 12:00 horas, los médicos me habían dicho que no pasaría esa noche; así que mandaron a llamar a un cura, quien me dio unas oraciones y, como es costumbre en la religión de los católicos, me promulgo de todos mis pecados y me dio la bendición ante el señor. Dentro de mi habitación podía escuchar solo algunos sonidos débiles. Se impregnaban en mis oídos el fluir del aire acodiciando, el cual estaba más que controlado desde afuera, el mismo aire que se purificaba mediante un filtro dentro de los conductos de mi habitación, y que después regresaba a mí para poder sostenerme en estos últimos momentos. Ya no usaba más los tubos dentro de mi tráquea, la intervención venosa era inútil, mi sangre estaba casi agotada y mis fuerzas no dejaban siquiera hacerme mover un dedo. Estaba acabado. El sonar del monitor que, indicaba mi ritmo cardiaco, resonaba en mi mente y me torturaba con su imparable "bip, bip". Vivía mis momentos más angustiosos, pero también mis momentos más pacíficos. Sabía que mi hilo de la vida estaba ya en manos de las Gorgonas, esperando solo el momento en que ellas decidieran cortarlo con sus macabras tijeras de muerte. Mis pensamientos divagaban en si el cielo era real o si el infierno existía. Si al retirarme de esta vida me iría a un lugar mejor, o simplemente dejaría de existir para siempre.

Un hombre completamente cubierto por un traje blanco y un casco tan grande que, cubría toda su cabeza y solo dejaba ver su rostro a través de una ventana (por así decirle), entro a mi fétida recamara con aroma a alcohol etílico. Se acerco a mi camilla y con ojos de tristeza me miro, tomo mi mano y... ¡por fin! Pude escuchar una voz humana de nuevo. Sé que es exagerado, pero desde hace un mes solo me hablaban a través de un micrófono desde el otro lado del cristal de observación, hacia mucho que alguien se acercara a mí, al menos no cuando yo estaba consciente. Aquel hombre me todo la mano derecha, su voz era ronca y acentuada, sus ojos tan expresivos y de un intenso color azul me hacían sentir su dolor hacia mí. Quería llorar, en parte de felicidad y por otra de impotencia, pero ninguna lagrima salió de mis ojos; estaba tan seco, tan acabado que hasta esto se me hacia prácticamente imposible. Él me dijo con cierta ternura y algo de compasión - Todo estará mejor una vez que pases al otro lado. Solo resiste un poco mas.- Pero mi débil voz solo logro emitir un quejido y distorsionado - Ya no tengo más miedo.- Los ojos azules de aquel individuo se inundaron de lagrimas en ese momento, su llanto se hizo tan evidente que tuvo que voltear la cara para no mirarme, para no dejarme ver su pena hacia mí. Yo solo permanecía ahí, acostado como un vegetal, sin moverme y con los ojos siguiéndole. Note que con una seña en la garganta, dijo hacia los espectadores que contaran. En ese momento deduje que me estaban filmando, o algo por el estilo, el hombre volvió su mirada irritada y rojiza hacia mí, tomo de nuevo mi mano derecha con la suya y con la otra acaricio mi pelona cabeza. Se quedo ahí, mirándome y observandome, tratando de entender que fue lo que me sucedió, intentaba comprender el porqué de este mal, pero su mirada de incertidumbre lo delataba ante mí y me dejaba ver que no tenía la más mínima idea de mi mal. No sabía que era exactamente lo que me sucedió, y a lo que logre leer en sus labios sin sonido mi enfermedad era única en su caso; pude leer esto en sus carnosos y rojos labios "Este virus es de lo más raro. Es algo nuevo en la medicina". Por supuesto yo no sé nada de este arte, no soy médico, pero si se que las enfermedades mas mortales son causadas por virus, pero al parecer mi situación era la primera en la historia del mundo.

Continuo demostrándome afecto, dándome aquel cariño que tanto necesitaba de un humano en esos mementos. Se quedo parado frente a mí y después de un rato se ofreció a contarme una historia. Cerrando los parpados y con un débil "SI" le rogué que me dejara viajar una vez más a un mundo que me hiciera sentir un poco mas feliz, al menos por esta vez. Tomó asiento en una silla blanca de mi recamara de hospital, aparto los innumerables aparatos eléctricos que me mantenían por lo que restaba de mi existencia y se dispuso a contarme una historia más que bella. Comenzó preguntándome que era lo que más me gustaba en este mundo, casi en seguida (aunque con cierto esfuerzo) conteste "Los Bosques" a su pregunta que me lleno de una felicidad autentica. De reojo pude ver que una sonrisa muy alegre se dibujo en su rostro, una carcajada ahogada se escapo de su garganta y se dispuso a contarme la historia. Empezó por plasmarme un panorama tan bello, me hizo imaginar un bosque de pinos, robles y cedros. Me convirtió en un ser mágico dentro de su historia y me hizo sentir un alma libre. Su historia decía así:

"Era hace mucho tiempo, en un mundo muy muy lejano, en una época antigua cuando el bosque dio vida a una de sus creaciones más puras y hermosas. Nació de la tierra un ser que no había sido creado nunca antes, era como un humano pero su belleza superaba a las más hermosas mujeres y su esplendor causaba envidia a los más gloriosos hombres. Vivía a la sombra de su padre y se resguardaba en el ceno de su madre, El Bosque y La Tierra. Convivía con todos los seres que en sus tierras habitaban, era considerado el príncipe de aquel reino y se regocijaba en el deleite de su felicidad. Caminaba con las fuerzas más viejas de este mundo y recibía consejo de ellos, el viento le confiaba sus secretos y los arboles sus tan antiguos nombres. Gozaba de la atención de las hadas y aprendía la música de los faunos, se educaba con los elfos y se divertía con los duendes. Era feliz en todos los aspectos. Pero un día, aquel príncipe del bosque se perdió de todos aquellos que lo amaban. Sucedió que en una tarde de crepúsculos violetas, un ser llamado "desgracia" lo invito a conocer el mundo mortal, lo engaño con sus palabras convincentes y le dijo que en esos dominios las cosas eran mas divertidas. Tomo forma de infante inocente y lo sedujo para que lo acompañe, lo impregno de tantas promesas falsas, que aquel príncipe no advirtió el peligro en el que se encontraba. Dejo de un lado su vestido de inmortalidad y acompaño a la Desgracia a la tierra mortal. Una vez que lo trajo a este mundo, el príncipe del bosque se dio cuenta que todo era mentira. La felicidad de la cual le había contado este ente del mal, no era más que dolor y sufrimiento, cosas que el príncipe jamás había conocido. Intento regresar a su hogar, pero las fuerzas de la naturaleza y las leyes que rigen los mundos mortales e inmortales le impidieron poder volver a su casa, obligándolo a quedarse en este mundo de agonía y terror, de dolor y sufrir, de amargura y tristeza. El príncipe murió; su dolor no pudo soportar el mundo que lo engaño, se desvaneció entre los árboles y se mezclo con las montañas. Se mantuvo oculto de todo ojo, por vergüenza a su ya ahora consiente DESGRACIA. Pero sucedió que un día, el mundo de sus padres le dio una oportunidad, le concedieron una salida a su pesar y lo invitaron a tomar el reto de su vida. El príncipe debía reencarnar en un humano, vivir la vida de un humano y una vez que la lección de su error haya sido aprendida, el podría volver a su mundo de fantasía. El príncipe sin pensarlo dos veces accedió. Se imprimió en el vientre de una bella dama, una dama que por muchos años fue estéril, una nada de gran clase social y que ahora, tenía la dice de poder ser madre. El príncipe nació en el seno de una familia prodigiosa, adinerada y con mucha dicha. Sus padres mortales decidieron llamarle "Komet", que en sueco significa "Cometa" (y que, así es como me llamo yo). Komet creció como un niño amado, querido y afortunado. Nunca estuvo falto de vestido ni de alimento, tenia juguetes a montones y el cariño de todos los que en su gran casa estaban. Fue el más afortunado de los humanos de su época, su familia fue la más rica de todo el mundo por generaciones. Reyes hacían cita para poder venir a visitarlos y los nobles se peleaban por un lugar en sus muy lujosas fiestas que celebraban. Komet vivía en un mundo casi igual de perfecto que el original, pero como cualquier otro humano desconocía de su verdadero ser. No sabía que en realidad era un príncipe del Bosque, había olvidado su origen verdadero y se dejo envolver por el mundo traidor que lo rodeaba. Komet creció fuerte y sano. Aprendía de las mentes más sabias de este mundo y conforme el tiempo pasaba, su sabiduría aumentaba en capacidad y en intelectualidad. Pero de nuevo la "Desgracia" lo busco, y esta vez lo azoto más fuerte. Desgracia comenzó a visitar a su muy limitada familia, primero ataco a sus abuelos, los ancestros mas jóvenes de su dinastía. Después acudió a sus tíos, uno a uno fueron muriendo de formas raras y extravagantes. Algunos murieron por descuidos propios, otros cuando comían, uno más fue se degolló a sí mismo con su navaja de afeitar al resbalar en el baño. Luego sus primos, jóvenes adolescentes y adultos que fueron víctimas de asaltos o accidentes de lo más increíblemente posibles; y por último la Desgracia lo despojo de lo que más amaba en este mundo, sus padres. Atacados por un homicida serial, fueron despellejados y desmembrados un jueves de noche, cuando al salir de una Opera, fueron tomados en su auto y llevados a una bodega aislada, para ahí acabar con sus vidas; solo por ser más ricos que le enfermo que los despojo de la vida. Komet se quedo solo, a su corta edad, a los 20 años el joven rico se quedo sin nada. Sus amigos, o como ellos se hacían llamar, solo lo buscaban para embriagarlo y despojarlo de sus riquezas. Desperdicio mucha de su fortuna en sus placeres, se sumergió en la bajes del mundo y como un alma perdida, se dejo llevar por el gozo de las drogas, el alcohol, el sexo y la gula. Se convirtió en algo irreconocible, en un monstruo que ni el mismo aceptaba, el algo que llego a aborrecer el mismo pero, viéndose en su situación, le era difícil poder dejar. Komet se perdió para siempre. Sus padres El Bosque y la Tierra lloraron la desgracia de su hijo sin memoria y como la ley del mundo mágico dicta, un ser que se corrompe a sí mismo es simplemente inaceptable en ese mundo. Pero no todo estaba completamente perdido, Desgracia había olvidado algo, el joven y perdido príncipe aún conservaba su esencia. Muy dentro de su alma sabia cual era su lugar y fue así como un día Komet decidió no volver a su mundo de perdición, comenzó a ser recto en sus decisiones y se aparto de todo lo que lo pudiera incitar a cometer mal. El joven príncipe estaba por recapacitar su lugar, ya estaba más cerca de acabar con su lección y de aprender sobre los males del mundo al cual acudió, pero la malvada dama que lo incito a visitar el universo que lo corrompió no se dio por vencida y en un último intento de retener a su presa dejó caer en él un mal que ni la mente más brillante del mundo mortal podía comprender ni podía curar... "

El hombre de traje se quedo callado por un momento, mi mirada se dirigió hacia el cuarto desde donde me observaban. Absolutamente todos estaban atónitos, atentos y a la espera de que aquel hombre siguiera hablando. Pude ver una cámara de vídeo en la sala, efectivamente me filmaban. Había muchas damas ahí dentro que con lágrimas en los ojos y bocas inexpresivas me miraban con mucho dolor. Caballeros que enjugaban sus miradas y empañaban los lentes que adornaban sus orbitados órganos visuales. Todos atentos y en silencio, ni un alma hablando o intentando hacerlo. Entonces, de nuevo, el hombre de traje blanco y casco grande comenzó a hablar una vez más, con voz algo temblorosa y una vez más, me deje llevar por su relato.



"El príncipe callo rendido ante un mal que su némesis había dejado reposar en su alma. Comenzó a perder fuerza, el poder que alguna vez tubo desapareció. Sus riquezas fueron acabándose poco a poco y aquellos "amigos" que alguna vez juraron estar siempre junto a él, habían desaparecido de la faz de la tierra. Se encontraba solo, quebrado y en plena desdicha. Su enfermedad había invadido hasta la última célula de su cuerpo y poco a poco fue muriendo de adentro hacia afuera. Los músculos que alguna vez lo embellecieron y lo hicieron fuerte se habían ido, habían desaparecido. Su la belleza de su rostro simétrico y la luz de sus ojos se habían ido, habían desaparecido. La tenue sonrisa y la agradable voz que alguna vez lo habían hecho resaltar entre muchos otros se habían ido, habían desaparecido. El color de sus labios, su piel y su cabello negro cual noche ya no se encontraban con él, todo absolutamente todo se había ido, todo había desaparecido. Ya nada quedaba más, nada más. Solo su fuerza que se agotaba a cada segundo y su presencia que a cada minuto se hacía más estremecedora, más despreciable y más triste. Solo un cuerpo cadavérico, casi muerto, un esqueleto con ojos y piel yacía en una cama blanca con sabanas azules en un hospital de una ciudad pequeña, quedaban del joven príncipe. Y ahora, un viejo conocido. Alguien que el jamás antes recordara haber visto, pero que siempre estuvo junto a él desde el momento que nació permanece a su lado. Un guardián que lo ha cuidado desde siempre. Un protector que lo recordara por la eternidad. El joven príncipe está a punto de morir y lo último que escucho fue el resumen de su vida y de su historia en este mundo lleno de dolor. Y fue una tarde la que dominaba los cielos cuando su último aliente se desprendió de su cuerpo y dejo a su alma ser libre. Ser un Cometa en el espacio y poder volver a su amada tierra de magia."

Con esto termino aquel hombre, quien me dejo impactado. Había hecho una descripción de mi vida tan detalladamente que, no lograba rebuscar la imagen de su rostro en mi ya agonizante memoria. Busque y busque dentro de mis pensamientos, revise hasta el último lugar de mi cerebro moribundo y por fin divise su imagen. Aquel hombre que se sentó junto a mi era alguien a quien había olvidado por completo, un alma que siempre se me hizo familiar, desde el día en que lo conocí, en aquella banca vacía del colegio al cual asistía; pero que misteriosamente ya recordaba de tiempos pasados. Aquí hombre fue el único amigo que tuve de verdad en mi vida, fue el único que me busco cuando no tenía a nadie y al que siempre olvide cuando necesitaba ayuda. Aquel hombre era un recuerdo de una vida que no diviso con claridad, es como un fantasma que acurde a mí. Pero entonces, como un Flashback una escena regreso en mis ultimo minutos de vida. Un campo verdad, tan verde que parecía irreal; me encontraba yo vestido con telas diferente y extrañas, vestido de forma muy artesanal, adornado con bordados de hojas y plantas; arboles y raíces. Coloreado de un singular color dorado, mi piel brillaba a la luz del sol y a mi diestra estaba este individuo, su piel cual palta destilaba rayos intensos, jugábamos y me divertía con él. Lo llamaba compañero, amigo y guardián. Era el único en quien yo solía confiar, y al cual había olvidado. El era mi Holhooja.

Mi Holhooja se levanto de su asiento, tomo mi mano y en un último intento de agradecerle por estar conmigo en mi agonía de muerte, emití un ligero gracias con mi último aliento. En seguida comencé a sentir como todo se derrumbaba. Logre poder ver las lagrimas salir de los ojos de mi Holhooja, y como un arrullo, su voz comenzó a entonar una canción muy sencilla y relajante. Mis oídos comenzaron a escuchar una orquesta de violines y cuerdas varias, piano y trompetas. Una sinfónica tan lenta y tranquilizante que me deje llevar sin resistencia alguna. Comencé a ver que todo se iba apagando a mí alrededor, y como un aura que me cubría, mi alma se desprendió de mi cuerpo en forma de colibrí. Emane el último de mis alientos y por fin, después de una agonía que se fue convirtiendo en felicidad quede tumbado en aquella cama, inmóvil y con la mirada perdida en el infinito.

Quede muerto. Pero fue aquí cuando mi vida comenzó, fue en este momento cuando una nueva historia se escribió. Al observar el cuerpo que me aprisionaba logre entender que alfan podia volver al mundo de donde en realidad soy, volver a mi amada madre Tierra y a refugiarme en mi glorioso padre Bosque. Es aquí donde la muerte me hizo libre, donde al morir volví a nacer.

Es en esta metamorfosis donde una vez más, volví a florecer.

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