Hola.
Permítanme presentarme, mi nombre es uno de los más comunes que existen en
este planeta. Es tan común que simplemente escribirlo me haría pasar
invisiblemente entre los demás, pero esta vez no se los diré. Me haré llamar
"G". Actualmente soy un joven de 20 años, vivo en una ciudad muy
concurrida y famosa en el mundo. Una ciudad considerada privilegiada y rica.
Una de las más ricas en mi país en cuanto a su negocio se trata. Pero esta
historia no es tanto mía, sino más bien de mi amigo, mi mejor amigo. Mi
acompañante incondicional, mi guardián en las noches y mi consuelo en mis
temores.
Mi amigo es un ser singular, no camina en dos pies y tampoco es lampiño como
yo. Su cuerpo está recubierto por una gruesa capa de cabello blanco, pero
tampoco es un anciano. Su rostro es muy infantil y alegre. Mi amigo, cuando
tiene calor acostumbra sacar la lengua para refrescarse, jadea sin cesar y le
gusta mucho jugar con pelotas de colores, pelotas saltarinas y peluches mercadologicemante
creados, que representan dibujos animados de años pasados, para ser específicos
de una serie muy popular en los 80´s; Scooby-Doo. Ese juguetito que tanto le
gusta a mi amigo, su juguete personal.
Pero mi fiel compañero no siempre fue mío. Déjenme contarles como lo traje a
mi vida y como la vida me lo arranco de los brazos.
Soy universitario, actualmente llevo dos años de estudio. Antes de todo este
rollo de situaciones, yo tenía otro amigo que igual ame, pero que un ser
despiadado se llevo solo así porque si. Mi amigo se llamaba "Rex" y
era negro como la noche. Compartíamos un lazo muy único; ambos éramos de
cabellos rizados. "Jajá", que chiste de vida. Dicen que todo se
parece a su dueño y en nuestro caso la cosa era simplemente congruente. Rex se perdió,
una tarde mi padre salió de la casa con la camioneta que tiraba de un remolque.
Desafortunadamente, Rex descansaba sobre ese remolque y nadie se dio cuenta de
ello, así que mi padre se fue y no noto ese detalle. Pasadas unas horas nos
dimos cuenta de la desgracia, pero ya era muy tarde. Rex se había perdido.
Lo buscamos desesperadamente por días, preguntábamos a personas en la calle
pero nadie nos daba respuesta. La casa quedo triste por unas semanas, mi madre
calló en un luto desesperado. Su llanto invadía la casa a cada momento, ella
AMABA a ese perro.
Ocurrió que un día en la universidad, una de mis compañeras hizo una
propuesta algo fantasiosa, comenzó a ofrecer en adopción un perrito. Un maltes,
que ya no podía atender. Se lo ofreció a muchos de mis compañeros de clase,
pero nadie se veía interesado; nadie excepto yo. Por último, me acerque a ella
y le pregunte sobre su oferta. Era real. Acordamos mostrárselo a mis padres por
medio de una página de red social, mis padres (en especial mi madre) vieron las
fotos del can y quedaron enamorados de él al instante. Sin esperar más, me
llevaron a la camioneta y emprendimos el viaje a casa de mi compañera.
Quince minutos. Eso fue lo que tardamos en llegar al lugar. Una vez ahí, mi
compañera salió con el animalito en brazos. Era HERMOSO. Braco cual nieve, sus
orejas bicolores, una color caramelo y la otra blanquita o más bien un poco moteada.
Me lo ofreció, se despidió de él y me hizo comprometerme a cuidarlo siempre. Me
había hecho YO el amigo directo de ese ser vivo. Era tan chiquito. Sus patitas recogidas
sobre su cuerpo demostraban cierto temor, su carita desconcertada me indicaba
que estaba en PÁNICO. Lo abrase y lo lleve al carro. Me despedí de mi compañera
y se lo ofrecí a mi madre. Una avalancha de abrazos, caricias y palabras
bonitas colapsaron sobre el Can. PÁNFILO, dije. "Pánfilo es su nombre
mamá", tiernas palabras salían de la boca de mi madre, parecía que le
hablaba a un bebé y en efecto si lo era. El cachorro tenía apenas tres meses,
un bebe grande en realidad porque ya tenía cierto tamaño.
Llegamos a la casa, le asignamos un lugar cerca de los cuartos, lo
alimentamos y lo dejamos dormir. Fue algo así como un consuelo dentro de la
tormenta que vivimos en ese momento.
Jamás olvide a Rex. Nunca sabré que paso con él, pero jamás se borro de mi
memoria. Por otro lado, Pánfilo era un ser angelical. Juguetón como cualquier
niño, travieso y desastroso. Tierno a su manera y un caos a la vez. Era un
cachorro vivaz y feliz, y lo más importante. Era MÍO. MI AMIGO.
Así pasaron los días, las semanas y los meses, hasta que llego su primer
cumpleaños en la casa.
Fue un 17 de julio del 2011 cuando le "celebramos" sus primeras
primaveras, le compramos comida especial, golosinas y uno que otro juguete,
aunque el prefería siempre jugar con su peluche de Scooby-Doo.
Fuimos al parque ese día, lo recuerdo. Jugué con él con las pelotas que
tenia, las tiraba y él me las tria. Era mágico pasar ratos con ese perrito.
Por las mañanas él era mi despertador, se tiraba sobre mi cama y una lluvia
de lamidas y baba inundaba mi cara. Era lindo ser despertado por él, jamás lo
olvidare.
Acostumbraba dejarlo dormir de vez en cuando en mi cama, aunque siempre se iba
a mitad de la noche, me sentía seguro con él a mi lado. Así pasaron otros 6
meses cuando un día un nuevo integrante llego a la casa. "Huch".
Huch es el perro de mi hermano, un Bulterrier Stamford color café y de ojos
verdes. Un perro igual de hermoso, pero un verdadero DESASTRE. Mi egoísta y celoso
Pánfilo, no lo acepto del todo.
Siempre quería imponer su autoridad sobre Huch, como el nuevo apenas era un
cachorro y el viejo ya tenía su edad, los roles se fijaron y Pánfilo tomo el
lugar de hermano mayor. El Líder de la manada de dos que había en mi casa.
Él siempre tenía el derecho de comer primero, aunque les serbia sus
alimentos a ambos al mismo tiempo, Huch siempre le permitía comer antes.
Jugaban juntos, pero el celoso de mi Pánfilo todo el tiempo quería ganar, el
despertar matutino se torno un caos, ya que ambos querían lamerme la cara como
si esta fuera una fuente de miel o alguna golosina perruna. Jajá.
Pero las cosas se fueron calmando, Huch fue creciendo y Pánfilo junto a él.
Pasaron los días, las semanas y los meses. Dos años ya tenía mi Amigo. DOS
AÑOS. Jamás olvidare esa edad. Fue una tarde de Abril cuando todo comenzó
Me disponía a dormir y deje a Pánfilo fuera de mi cuarto. Mi madre tiene la
costumbre de levantarse a media madrugada a verificar que estemos bien
(costumbres de madres, ellas siempre nos verán cómo sus bebés gigantes), cuando
encontró a un enorme escorpión fuera del baño. Se asusto demasiado y a punta de
zapatazos mato al insecto. Al día siguiente, note a pánfilo un poco extraño. Su
nariz estaba reseca y estaba algo caliente. Supuse que fue picado por el
insecto, así que lo lleve al Vet y este le administro antibióticos para curarle
el mal. PROBLEMA RESUELTO. Las cosas estaban bien, ya no había peligro que
correr en este día.
Volví a casa, pánfilo estaba mejor, jugaba como de costumbre. Comía bastante
bien y se peleaba, como de costumbre, con Huch por la atención y los cariños.
CELOSO PERRO.
Así pasaros tres días, cuando un nuevo síntoma apareció en mi Amigo. Esta
vez, su pequeña boquita temblaba muy lenta y casi invisiblemente. Yo creí que jadeaba,
así que NO le tome más atención. El estaba normal, hacia lo de siempre y se veía
alegre, sano y fuerte. No me alarme. Pero cuál fue mi desdicha. Mis desgracia y
mi condena por no haber notado los síntomas de lo que venía en camino.
Seguí con mi vida universitaria, de mañana asistía a mis clases, de tarde
llegaba a casa. Me tomaba dos o tres horas en el gimnasio, hacia tareas, jugaba
con mis mascotas y me daba el tiempo de acariciar a mi Amigo. Fue en ente último
momento cuando note la gravedad de la situación. Habían pasado ya tres semanas
desde el incidente del escorpión en el baño, y la mandíbula de mi Pánfilo
empeoraba cada vez más. EL tic nervioso que lo hacía NO descansar era cada vez más
agresivo. ME ESPANTE. ME ASUSTE. TUVE MIEDO. ¡Que era lo que le pasaba a mi
mascota! Acudí a mi madre para darle aviso de la situación, ella me dijo que no
había notado ese detalle en mi Amigo, creyó que tenía calor siempre. Y si, tenía
calor y un tic extraño. Acudimos al Vet al día siguiente, las palabras que
escuche esa tarde fueron la sentencia de mi vida. Mi amado Amigo, mi Guardián
de la noche, el Cuidador de mis sueños estaba más que enfermo. Teína una
extraña enfermedad perruna, un virus mortal que lo ataco brutalmente, pero que
NO lo mato por su sana condición.
MOQUILLO. Esas letras, esa palabra en específico me perseguirá por el resto
de mi vida. "Moquillo", esa fue la sentencia del Medico Vet, nos
aconsejo dormirlo porque sufriría en demasía en un futuro no my lejano, pero
mis sentimiento y mi amor a é me hicieron darle una bofetada verbal al médico y
me negué a hacerlo. Tome a mi Amigo, a mi mascota de la camilla y salí del
lugar. Molesto, indagando y con una impotencia tremenda. Mi madre se despidió
del Doctor, el comprendió mi reacción, pero mantuvo su veredicto y le dio fecha
de muerte a mi compañero incondicional.
Llegaron las vacaciones, Pánfilo no mejoraba, pero al menos estaba activo y
un tanto feliz. Aproveche todo el tiempo que pude con él. Jugamos mucho y salíamos
a la calle a pasear, lo hacía correr con la esperanza inútil de así mejorar su
situación. Pero no mejoraba, al contrario, todo iba de mal en peor, mi mundo
con mi perro se colapsaba a cada segundo, poco a poco.
Las clases volvieron a su ritmo y a su normalidad. Para este momento, mi
amigo ya estaba muy decaído. Buscaba mi compañía a cada segundo y me dolía en
el alma no estar con él cuando me necesitaba de verdad. En serio me DOLIO no
poder darle más abrazos de los que merecía, mas besos de los que normalmente le
daría, mas caricias que le demostraran lo mucho que lo amaba. Me rasgo el alma
no poder estar mucho tiempo a su lado, cantándole canciones que hablaran de nosotros
dos, contándole historias que lo hicieran relajarse con mi voz. Pasear por los
parques cercanos a mi casa y recostarnos en el césped verde mientras mirábamos
el cielo o jugábamos con algún tronco seco.
Mi amigo se fue debilitando poco a poco, lentamente. El tic de su mandíbula
se había esparcido por caso todo su cuerpo. La mitad de él. Su patita izquierda
ya no era más de él, su voluntad sobre ella no era más que un simple
pensamiento que no podía ser mandado como una orden. El virus que lo agobiaba
se adueño de todo su ser y sus ganas de vivir se iban apagando poco a poco.
Consulte muchas fuentes que me dieran la esperanza de curar su mal. Pero cuál
fue mi chasco que ninguna me daba esperanza alguna. NINGUNA.
Al parecer el Medico tenía razón y dormirlo sería lo mejor para él.
Ya no tenía más fuerza mi Amado Amigo. Su patita mala perdía poder, cojeaba
con dificultad al caminar. Se cansaba con solo dar seis pasos. Mi alma no sabía
como reaccionar y mi razón no determina que hacer.
Oré muchas veces pidiendo por su bien, platique con Dios para que le quitara
este mal a mi pequeño Gran Amigo. Siempre dije que su voluntad era sabia, y si él
en su infinita gracia y sabiduría sabia que dejar vivir al Can era lo mejor, me
sentiría inmensamente feliz por ello, pero también le dije en oración que si su
voluntad era llevarlo, no objetaría ante eso.
Platique con mi hermano NO carnal sobre esto, mi alma gemela entre muchos
otros en el mundo. Llore junto a él, por la indignada impotencia que sentía al
no poder hacer nada.
Comente esto con otros amigos de la universidad, cada quien me daba su punto
de vista y lo que pensaba de dormir a un ser vivo.
Recuerdo que me encerraba a veces en mi cuarto y dejaba brotar las fuentes
de mi ser. Permitía a las cataratas de mi alma desembocarse sin impedimento
alguno por mis ojos. Sollozaba en silencio mi pena y por fin tome una decisión.
NO PERMITIRIA DEJAR SUFRIR MÁS A MI AMIGO.
Así que acorde con mis padres que lo llevaran a descansar. Que le
permitieran dormir en paz de una buena vez, para que no siguiera sufriendo cada
vez más.
A la mañana siguiente de haber tomado mi maldita decisión, me levante tarde.
No asistí a mi primera clase del día, y en lugar de eso abrase sin medida a mi
Mejor Amigo. Llore sobre sus cabellos blancos, le dije cuanto lo amaba, cuanto
lo quería y lo mucho que me haría falta cuando no estuviera mas aquí. Lo
acaricie muchas veces, lo bese muchas veces, lo pegue a mi pecho por largo
tiempo y finalmente me tuve que detener. Mi tiempo no era suficiente y la
escuela me esperaba. Las malditas responsabilidades que tenía que cubrir,
aquellas que eran necesarias y que por lo regular no me quejaba de hacer, pero
esta vez no quiera saber nada de ellas. NADA DE NADA. Tuve que despedirme de mi
Amigo una vez más.
Lo recosté en el suelo, sobre una mantita que le tenía separada. Me miro con
ojos tiernos, que suplicaban "NO ME DEJES"; esos ojos negros que me
clavaron una daga en el alma. Que me desgarraron mi corazón y que me dejaron
con un nudo en la garganta. No pude hacer nada más que abrazarlo de nuevo,
besarlo y acariciarlo. Despedirme de él, e irme lenta y pesadamente de mi casa.
Estando en la escuela, llore. Llore tanto y tan amargamente que mis ojos se
hincharon. Deje fluir mis sentimientos sin medida alguna. Me escondí de toda
mirada curiosa y de cualquier ojo crítico. Llore, solo LLORE.
Una de mis mejores amigas noto mi pueda, me brindó su consuelo y me abrazo
mientras no dejaba de sollozar mi llanto. Así paso aquel día, un día pesado.
Pero cuál fue mi sorpresa que al regresar a casa, mi amigo aun seguía ahí. Esta
vez con una luz más brillante en su mirada.
Mis padres me explicaron lo sucedido en la clínica. Lo llevaron a su destino,
pero ambos (y mas mi mamá) lloraron tan amargamente frente a él, que en un
intento de consolarlos, mi pequeño Pánfilo se acurruco en el regazo de mi
madre, alzo su mirada hacia ella y con unos ojos penetrantes, la miro. La
observo y en su silencio suplico por su vida. Mía madre se desgarro el alma, su
corazón no resistió tal acto y se negaron a dormirlo. De nuevo llore, pero esta
vez de alergia, una alergia momentánea, pero efectiva. Abrace a mi amigo y de
nuevo lo bese y acaricie.
Salimos a la calle a caminar, lo lleve al parque a que se distrajera un rato
y regresamos a casa. Así estuve un mes más con él, hasta que las cosas de
nuevo, volvieron a empeorar.
Era jueves de noche. Llegaba de mis prácticas profesionales a mi casa, mi
familia ya dormía y al entrar lo primero que pensé fue "DONDE ESTA MI
PÁNFILO". Lo busque, pero cuál fue mi sorpresa que lo encentre tirado y débil
en medio de la cocina, lo levante del suelo, pero su cuerpo no reaccionaba
debidamente. Sus fuerzas ya no daban para más y mi corazón sinceramente sintió
pena y tristeza. Angustia y bastante coraje. Era algo injusto. Perros
callejeros que se exponen a todo tipo de mal, de virus y enfermedad, permanecen
vivos en la calle y mi amigo, mi mascota a la cual cuidaba con celo, le pasaba
lo que para ellos debía de ser normal. INJUSTO.
Mi coraje y mi impotencia. Mi miedo y tristeza me hacían sentir estúpido, débil
y sin el poder de ayudarlo.
Pero las cosas así son, su momento había llegado y su fuerza ya no resistiría
más. Fue así como el sábado, este sábado, decidí darle paz a su alma. Terminar
con su dolor y beberme ese trago amargo de experimentar la muerte de un ser
amado.
Citamos con el médico el suceso. Tome a mi amigo en brazos, los sostuve
contra mi pecho y llore en silencio mientras manejaba a la muerte segura. Una
vez llegando a la clínica, el aroma a cloroformo y medicinas me asqueo. La
mirada de mi pequeño amigo era perdida, ¡QUE DOLOR SENTI! Lo acosté sobre la
camilla, sostuve su cabecita peluda y la inyección fue puesta. Lo acaricie
mientras su vista se perdía cada vez más. Lloraba sin medida, mientras el
veneno entraba cada vez m as rápido a su cuerpo. Lloraba, lagrimaba y me maldecía
por dentro.
Por fin todo acabo.
El adiós de mi mejor amigo se materializo. Ese destino que no podía evitar.
Ese dolor que sabría que llegaría, pero del cual tenía miedo a experimentar.
La vida es relativamente corta, mi vida con mi amigo fue única. Jamás
olvidare a este ángel que me hizo pasar momento muy divertidos. Que me amo como
nadie más lo hará, sin condición. Quien salía a saludarme primero que nadie
cada que llegaba a mi casa. Quien ladraba con alegría cada que me veía llegar,
aquel que me recostaba sobre mi regazo cuando me veía llorar, el que me dejaba
babeado con su lengua y me daba besos de autentico amor.
Jamás olvidare a mi Pánfilo, a mi Guardián. A mi Mejor Amigo.
Palabras a Mi Amigo:
Adiós. Una simple palabra, nada más que cinco letras unidas; un
sonido tan corto, pero que es difícil de decir. Adiós. Hoy conocí el verdadero significado
de esa palabra, fue un momento duro, doloroso. DIFÍCIL. Adiós mi joven gran
amigo, adiós por esta vez. Descansa en los brazos de la luna que te arrullaran
por la eternidad, viaja con las estrellas a mundos nuevos; conoce cosas que no
pudiste hace
Ir conmigo, descubre aromas y aprende nuevos juegos. Corre en campos
de pasto verde y flores amarillas, déjate llevar por el viento e tus cabellos
blancos. Permítete disfrutar de una nueva etapa de tu vida, pero jamás me
olvides. Jamás me borres de tu memoria en blanco y negro, porque yo nunca te
eliminare de mi base de datos, no olvidare tus patitas peludas que se ondulaban
en el suelo al correr, tu lengua rosada que te hacía ver auténticamente feliz
al jadear. Tus orejas bicolores, caramelo y blanco que te hicieron único entre
muchos canes, la ternura de tu rostro, tus ojos negros cual noche, tus bigotes
gigantes que te aparentaban ver viejito. Jajá, tu ridículo y tierno nombre que
me hizo amarte más de lo que esperaba. Todo tú. TÚ. Mi mascota perfecta, MI
AMIGO SIN CONDICIÓN. Aunque te llore demasiado, se que ahora estas mejor. Adiós
por esta vez, te volveré a ver. No sé cuando, no sé dónde; pero este momento
será en alguna de nuestras muchas vidas. Adiós amigo.
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